Un sonido profundo de violín se dejó escuchar a través de la ventana de un salón, en el Conservatorio Municipal de Esmeraldas. Era el preludio de una alegre melodía. Se escuchaba en las calles Malecón y Juan Montalvo, donde está ubicado este centro de formación musical.
En el salón, sobre un atril, Karen Palomino, de 10 años, interpretaba con precisión una obra de Sebastian Bach: Musset.
Sonaba perfecta ante el oído aficionado. Pero la niña insiste con un dejo de seriedad que falta mucho para perfeccionarla.
Palomino es uno de los 120 niños que acuden durante la semana a las clases de música en el Conservatorio. La institución lleva una década formando a los nuevos artistas.
Palomino asegura que por la mañana asiste a clases, en el colegio y por la tarde, desde las 15:00, aprende a tocar el violín. Empezó a entonar el instrumento hace 18 meses y es uno de los talentos que despunta en el Conservatorio.
La niña dice que quiere seguir los pasos de su padre, Armando Palomino. Él es vocalista principal de la reconocida orquesta esmeraldeña Los Chigualeros. Con su voz ha inmortalizado canciones como Esmeraldas.
“Después de mis estudios de bachillerato quiero prepararme para ser parte de la Sinfónica Nacional. Ese es mi más grande deseo y por eso no dejo de practicar”, confiesa la niña.
El director del Conservatorio, Agustín Ramón San Martín, asegura que la música hace más expresivos a los niños. Les permite explotar su creatividad y talento.
Hace una década, en el centro de formación se enseñaba a tocar instrumentos más cercanos al folclor esmeraldeño afrodescendiente. Entre ellos estaban la marimba, los tambores y se combinaba con el canto y danza.
Luego se incluyó la flauta dulce; teoría y solfeo. Ahora se enseña guitarra, violín, viola, violonchelo, piano, ballet y danza.
El Director asegura que los procesos educativos se han ido perfeccionando con calma y con la aparición de nuevos talentos esmeraldeños. Una de ellas es Sayri Figueroa, de apenas 6 años.
Cuando ella canta, quien la escucha se emociona y no duda en aplaudirla, a pesar de que está en sus inicios como solista.
Los niños aprenden la parte rítmica, desarrollan la motricidad fina, el canto y la danza. Los que estudian flauta dulce también aprenden piano, clarinete y saxofón. Son artistas completos.
Los especialistas dicen que el período de formación ideal es desde los 6 hasta los 12 años, en una primera etapa donde se aprenden los principios básicos. Luego, de 12 a 18 años, se especializan. Terminan los estudios con el grado de técnicos.
Están en la capacidad de enseñar en escuelas, formar una banda, dirigir una pequeña agrupación orquestal o formar un coro.
Hasta ahora, dos orquestas han resultado del trabajo en el Conservatorio. Una infantil y otra juvenil. Entre las dos hay 92 niños. Se completan los 120 con los que practican marimba y danza.
Las clases se financian con la colaboración de los padres de familia. Al mes pagan un valor simbólico de USD 10.
El dinero es utilizado para el aseo, agua y fotocopias de las obras musicales. El Municipio cubre los salarios de cuatro profesores que tiene el Conservatorio.
Issis Echavarría, de origen cubano, es la profesora de canto. Ella cree que en Esmeraldas hay mucho talento musical por explotar. Hoy trabaja con 12 alumnos.
Uno de ellos es Daniel Durán, de 15 años. Él asiste todos los días a recibir sus dos horas de clase. Quiere ser cantante y practica desde hace seis meses. Se presentará el 16 de diciembre, cuando finalice el curso.
Karen Palomino lo escucha cantar cada tarde y sonríe al oír las notas que alcanza Durán.
Los beneficios
Los niños que practican un instrumento musical tienen mayor capacidad para el aprendizaje de las matemáticas y geometría, según los profesores del Conservatorio de Esmeraldas.
La música despierta, estimula y desarrolla emociones y sentimientos que pueden modificar el estado de ánimo.
La práctica musical fomenta el autocontrol en los niños. Además, les enseña orden, disciplina y dedicación.