José Ayala Lasso
El 10 de diciembre de 1948 fue aprobada la Declaración Universal de los Derechos Humanos, importante conquista en la historia de la lucha por la dignidad humana.
Al cumplirse su 60 aniversario, Suiza sugirió que la comunidad internacional se empeñara en establecer una ‘Agenda para los Derechos Humanos’, continuación de la ‘Agenda para la Paz’ y la ‘Agenda para el Desarrollo’. Algunos gobiernos propusieron crear una Corte Mundial de Derechos Humanos, iniciativa que ha merecido un amplio apoyo, incluso de prestigiosos centros académicos, especialmente de la Universidad de Berkeley, California.
Desde 1948 se han aprobado muchas normas y convenios para la protección de los derechos humanos, procedimientos para hacer efectiva esa protección e, incluso, cortes de Justicia con facultades especiales, como en los casos de Ruanda y Yugoslavia.
También fue creada una corte con carácter universal, el Tribunal Penal Internacional, pero su jurisdicción fue aceptada solo para ciertos delitos específicos.
La Corte Mundial de Derechos Humanos buscaría la protección de todos los derechos violentados. No resolvería solamente las controversias entre Estados, sino también las demandas planteadas por individuos. El demandado podrá ser un Estado -que es lo que usualmente ocurre- y otras entidades como organismos internacionales, empresas multinacionales, etc.
El avance de las ideas humanísticas ha dado resultados regionales. Existe la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Europea y, aunque sin plena vigencia, la Corte Africana. Europa acaba de poner en vigencia el primer esbozo de Constitución, que incluye el tema de los derechos humanos.
Hace poco se reunió en la Universidad de Berkeley, un grupo de juristas para dar continuidad a la iniciativa suiza. Como resultado de sus trabajos, fue preparado un anteproyecto de Estatuto de la Corte Mundial de Derechos Humanos. El siguiente paso será someterlo a consideración de todos los gobiernos.
El Ecuador, a pesar de los avatares de su historia, no ha protagonizado dramas colectivos por la violación sistemática de los derechos humanos, como resultado de políticas de Estado.
No está libre de profundas fallas en su conducta, juzgadas ya por la opinión pública interna e incluso por la jurisdicción internacional. No podemos estar orgullosos ni de nuestro sistema penal ni de nuestra administración de justicia ni desentendernos del avance de tendencias totalitarias negadoras de las libertades fundamentales.
Pero sería bueno que, frente a la iniciativa suiza y al proyecto de Berkeley, el Ecuador asuma un papel dinámico para impulsar la creación de la Corte Mundial.
Esta es una causa noble, humanitaria y futurista que debería unir a todos los ecuatorianos.