Los tejidos de Gualaceo son de exportación

Digna Zapatanga (izq.) lidera la asociación de tejedoras de la comunidad de Bacpancel, en el cantón azuayo de Gualaceo. Foto: Xavier Caivinagua/EL COMERCIO.

Digna Zapatanga (izq.) lidera la asociación de tejedoras de la comunidad de Bacpancel, en el cantón azuayo de Gualaceo. Foto: Xavier Caivinagua/EL COMERCIO.

Digna Zapatanga (izq.) lidera la asociación de tejedoras de la comunidad de Bacpancel, en el cantón azuayo de Gualaceo. Foto: Xavier Caivinagua/EL COMERCIO.

F-contenido intercultural

En medio de pequeñas colinas está el poblado de Bacpancel, en el cantón azuayo de Gualaceo. Allí, desde hace dos años, 30 indígenas se asociaron para sacar provecho del tejido de la paja toquilla.

Las familias elaboraban adornos y joyeros, pero no hacían sombreros. Adicionalmente se dedicaban al hilado de la lana de borrego.

Rosa Zapatanga, de 41 años, recuerda que en su niñez recogía la paja que encontraba en los caminos de la comunidad. Al principio jugaba con ellas, hasta que aprendió a elaborar y tejer algún adorno.

De esa misma forma se iniciaron sus 29 compañeras. Hace dos años recibieron tres talleres con expertos de Azogues y Sígsig. Aprendieron sobre técnicas del tejido del sombrero de paja toquilla y diseño, señala la presidenta del grupo, Digna Zapatanga.

Desde entonces se centraron en la producción de sombreros, creación de nuevos diseños y apertura de mercados. El grupo vende un promedio de 500 unidades al mes en almacenes de Quito y Cuenca. El año anterior tuvieron pedidos desde Italia y Brasil.

Fueron más de 1 500 bolsos y sombreros. El contacto se realizó a través de extranjeros que visitaron el poblado y almacenes de la capital azuaya. Ahora realizan contactos.

Digna Zapatanga (izq.) lidera la asociación de tejedoras de la comunidad de Bacpancel, en el cantón azuayo de Gualaceo. Foto: Xavier Caivinagua/EL COMERCIO.

Según Luz Zapatanga y María Espinoza, antes de estar organizadas solo elaboraban joyeros y chinescos, que entregaban a intermediarios a precios bajos. “A veces no sacábamos ni para pagar la materia prima y movilización”, señala Espinoza.

Cada una de las artesanas, luego de la capacitación, elaboraba dos sombreros al mes. En la actualidad, hacen cuatro, dependiendo de los pedidos y pusieron a prueba la paciencia, constancia y habilidad para tejer los sombreros finos.

Cada producto se entrega a la organización en USD 9. “Nuestra mano obra se valorizó, tenemos clientes seguros que nos compran a mejor precio”, dice Digna Zapatanga. Antes recibían USD 2 por unidad. Las familias tejen en los momentos libres, en la mañana o la noche.

A esas horas, en los portales de las humildes casas de adobe se observa cómo estas indígenas ponen a prueba su habilidad. Tejen de pie o sentadas.

En el día se dedican a la agricultura, que es otra fuente de ingresos económicos. Tienen huertos de hortalizas, frutales, papas, maíz… Todos los sábados se reúnen para coordinar el trabajo, revisar los pedidos, delegar las obras y seleccionar la materia prima. También, participaron en ferias artesanales en todo el país.

Durante las capacitaciones aprendieron las puntadas básicas del trenzado de sombreros, pero ahora tienen ocho nuevos diseños inventados por ellas como el ala de mariposa, trenzas, cuadros, estrellas…

Digna Zapatanga (izq.) lidera la asociación de tejedoras de la comunidad de Bacpancel, en el cantón azuayo de Gualaceo. Foto: Xavier Caivinagua/EL COMERCIO.

Rosa Zapatanga se inventó un entrenzado que se puede comparar con el ala de una mariposa, por eso le bautizó con ese nombre. También hay creatividad en la mezcla y combinación de colores y acabados.

Con el tiempo también diversificaron la producción. Elaboran bolsos de paja toquilla tejidos con croché, porta-vasos y adornos. Los precios van desde 25 centavos de dólar por un llavero hasta USD 60 un sombrero fino.

En diciembre pasado, la asociación firmó un convenio con el Municipio de Gualaceo para la adquisición de una máquina procesadora de sombreros, valorada en USD 15 000.

Esta llegará en el primer trimestre de este año y se instalará en el taller-almacén de esta agrupación indígena. Según la presidenta, Digna Zapatanga, con esta máquina abaratarán los costos de los acabados que en la actualidad los hacen en Cuenca o en Sígsig.

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