En Ecuador no germina el diálogo
Carlos Rojas, editor (e) de política
Cuántas veces los diarios han recogido la misma fotografía: una mesa de trabajo y varios personajes posando para las cámaras, antes de cerrar la puerta para que arranque la sesión reservada.
Tres gobiernos, un resultado...
Gustavo Noboa planteó dos procesos de diálogo con los indígenas: el GANE, de inicios de 2000, y las mesas de 2001. Ninguno de esos espacios culminaron.
Durante el gobierno de Alfredo Palacio se abrió un proceso de concertación dirigido por el Conam para impulsar la reforma política. El proceso fue bloqueado por los partidos.
La crítica al Gobierno de Correa se da por el poco debate que ha impulsado la agenda legislativa para articular la Constitución.Es la imagen de las mesas de diálogo, donde el Gobierno de turno y los grupos de presión que se enfrentaron por días en las calles se sientan, frente a frente, para negociar una ‘agenda de puntos mínimos’.
Pero lo único que cambia no es solo el entorno de las oficinas y el modelo de los celulares y las computadoras de última generación para procesar la jornada de trabajo.
También los actores. El Gobierno de hoy no es el mismo de hace 11, nueve o siete años... Y aunque con menos rapidez, en los grupos indígenas, sindicalistas y de oposición, también se han dado relevos.
Pero la imagen y el mensaje de las mesas de diálogo, en términos políticos, significan lo mismo. Un espacio de negociación y reconocimiento de las diferencias que, casi por obligación, es conformado para bajar la conflictividad social.
El presidente Correa, que llegó al poder con el mensaje de la revolución ciudadana, no pudo evitar este lugar común. Su vigencia electoral, confirmada en cinco elecciones sucesivas que le permitieron dibujar a su gusto un nuevo modelo estatal, no ha logrado volver más incluyente el ejercicio de su gestión.
En eso, las prácticas de Correa no se diferencian a las del pasado. Alarcón, Mahuad, Noboa, Gutiérrez y Palacio sentaron a su gente a las mesas de diálogo para hablar de los temas que hicieron noticia y causaron tensión en algún momento.
Pero el país, sus políticos y sus ciudadanos no han aprendido de esta experiencia poco enriquecedora. Salvo casos puntuales, estos espacios se cierran abruptamente sin resultados.
Las mesas de diálogo de mediados de 1999 no contuvieron la movilización indígena que meses después terminó con el gobierno de Mahuad. Y a Noboa, este espacio no le significó propuestas innovadoras.
Las mesas de Palacio, para reformar la Constitución, quedaron truncas. Correa se valió de esa frustración para vender un proyecto nacional más ambicioso a través de la Asamblea Constituyente.
Pero la voluntad de diálogo no germinó. Con los números a favor de la bancada oficialista, los textos se votaron rápido y sin mayor discusión. Por eso, Alberto Acosta renunció a la presidencia de la Constituyente.
Ahora, la principal crítica al Gobierno de Correa es que da muy poco espacio al debate. Por eso los indígenas critican el proyecto de Ley de Aguas, las universidades el de Educación Superior y los medios el proyecto de Comunicación.
Hay nuevas mesas constituidas para analizar la visión de los indígenas y de los universitarios. Aún es pronto para evaluar resultados. Pero ¿qué indicios hay esta vez para que el país se sienta esperanzado en un proceso ya fracasado?