La histórica certificación de Ecuador, declarado un país libre de aftosa con vacunación, no llega en un buen momento para los ganaderos.
Mientras las autoridades trabajaban en las buenas prácticas para evitar que el virus de la aftosa contagiara al ganado y conseguir la certificación, se dejó a un lado el impulso a la cría para carne.
La disminución de la crianza comenzó hace más de cinco años, principalmente, en los hatos de Santo Domingo de los Tsáchilas, Guayas y Manabí. El bajo precio de la carne en el mercado nacional, el abigeato y los costosos insumos desmotivaron a los productores. En el sector lechero ocurrió lo contrario, debido a la regulación del precio del litro del lácteo, que fomentó las inversiones.
Según los ganaderos, se necesitan tres años y más para recuperar lo perdido y así aprovechar la certificación. El país tiene alrededor de 500 000 reses menos para carne y la provincia por excelencia en este ganado, Manabí, es la que más bajas ha registrado.
Ahora bien, no todo está perdido, porque este revés se convierte en una oportunidad para incentivar la producción, sobre todo en este momento en que el mercado mundial demanda más carne.
Veamos el escenario: la disminución de los hatos de EE.UU. y Argentina -para citar dos casos- y el crecimiento del consumo han disparado los precios, los cuales no se reducirán hasta el 2023, según una proyección de la FAO. Esta, igualmente, prevé una baja de los valores de los granos, lo que impulsará que muchas tierras agrícolas sean destinadas para la ganadería.
En ese contexto, el ganadero ecuatoriano aún tiene tiempo para recuperarse. Lo más importante es que el Gobierno y ganaderos trabajen juntos para aprovechar las exportaciones de carne y leche, ya sin ninguna restricción. El Gobierno ha dado algunos pasos importantes, como comprar ganado de cría de Paraguay, productor y exportador de carne de calidad mundial, y construir centros de faenamiento. Pero falta más.