Fotos de Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Evo Morales adornaban el Teatro Nacional de la CCE. Foto: Fotos: Vicente Costales / El comercio
‘Compa’ es quizás el apócope más usado entre la gente que asistió a las conferencias y mesas redondas del Encuentro Latinoamericano Progresista (Elap) 2015, en diversos escenarios de la Casa de la Cultura y en el auditorio de Ciespal. No importa el momento ni el motivo de la charla. Allí, la mayoría se refería a cualquier persona que se acercaba como ‘compa’, compañero o cariñosamente: compañerito.
Parecía ser un acuerdo implícito. Si alguien iba al Elap, seguramente era partidario de Alianza País, simpatizante de Cristina Fernández, Evo Morales, Rafael Correa o Nicolás Maduro o, en resumidas cuentas, era de ‘izquierda’ o ‘progresista’ y, por ende, ‘compa’.
Por eso, desde los jóvenes que vendían libros en el hall del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura hasta el personal que brindaba información o fungía de acomodador en las butacas de este teatro, el Prometeo o la sala Demetrio Aguilera Malta, lo usaban constantemente.
“‘Compa’, ¿busca algún libro en particular?”, decía uno de ellos. Y a la pregunta sobre qué tipo de textos se podían encontrar, él respondió “son libros de pensamiento crítico, ¿cuál le gustaría. Yo le ayudo, ‘compa’?” .
Los títulos eran variados: desde obras como ‘El oro nuevo’, de José Martí; ‘Playa Girón: primera derrota militar de Washington’, de Fidel Castro, hasta ‘Los siete pecados de Hugo Chávez’, de Michell Collon y ‘Ecuador, revolución ciudadana y buen vivir’, de Jorge Núñez. También había libros históricos sobre revoluciones de todo tipo: la Revolución Cubana, los asesinatos de Salvador Allende y León Trotsky, la revolución rusa…
También había libros que se promocionaban como “formación política”, verbigracia: ‘Aristóteles en Macondo’, de Atilio Boron, uno de los expositores invitados al encuentro y al que asistieron representantes de al menos 60 partidos políticos de 12 países.
Pero quien no podía comprar un libro podía llevarse gratis folletos en papel couché con discursos de Rafael Correa en distintos eventos y también uno que otro de los presidentes de los países de la Unasur.
Lo dijeron en diversos discursos: los líderes de Alianza País y expositores como el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera consideraban al Elap una oportunidad para crear estrategias para que sus líderes se queden en el poder. Así evitarían que “la restauración conservadora caliente las calles” y logre gobernar.
Entre las butacas de los escenarios había de todo. Desde gente interesada en las ponencias, que tomaba nota y que estaba dispuesta a gritar “primero, primero, primero es el obrero, después, después, después es el burgués”, con el puño izquierdo en alto, hasta aquellos que no resistían el sueño y se acomodaban a dormir largas y placenteras siestas.
Solo en la conferencia inaugural, a cargo del vicepresidente del Ecuador, Jorge Glas Espinel, al menos ocho personas se quedaron profundamente dormidas en el área derecha de la luneta del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura, abrazando las banderas de Alianza País y de movimientos y partidos afines al Régimen.
Entre los moderadores para las 13 mesas redondas estaban figuras de Alianza País, que se deshacían en halagos para los expositores. A algunos les reconocían por méritos profesionales, a otros por su convicción ideológica con la izquierda ‘de verdad’, la progresista que ha hecho “una revolución pacífica”. A otros, los alababan por ser grandes pensadores y lúcidos analistas del proceso político latinoamericano.
Las temáticas del Elap iban muy pegadas a los discursos oficialistas en Ecuador. Temas como las supuestas estrategias de desestabilización a “democracias en revolución”, los procesos de elección popular en la región y la democratización en los medios de comunicación estaban en la agenda.
Para esta última se eligió a Fernando Alvarado, secretario de Comunicación, como moderador y a Orlando Pérez, director de El Telégrafo, como uno de los expositores.
Tanto a él como a los otros expositores, Pedro Brieger, de Argentina y Francisco Sierra, de España, los saludó con cálidos abrazos. Rodolfo Muñoz subió al escenario a saludar a los colegas y desde las primeras filas del auditorio hacía un gesto de abrazo a Carlos Rabascall.
Alvarado usó los cinco minutos que habían dispuesto para hablar del papel de los medios en los hechos del 30 de septiembre del 2010, cuando hubo una revuelta policial en el país.
Antes que nada, citó al “compañero presidente” Rafael Correa, quien en su cuenta de Twitter escribió que hace cinco años “triunfó el valor del pueblo ecuatoriano sobre la brutalidad, el golpismo y la cobardía” y expresó su cariño por cinco personas fallecidas.
Luego, Alvarado lo admitió: ese día “tuvieron que imponer una censura de comunicación, para hacer conciencia” de lo que ocurría en el país.
Afuera del auditorio de Ciespal y del resto de escenarios, los carteles, pancartas y banderas componían coloridos y variopintos paisajes, con un mensaje en común: “Hasta la victoria siempre”… compañeritos.