El hobo es el alma del pueblo de Ambuquí

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Liva Ayala arrendó un huerto de cuatro hectáreas para cosechar y vender hobos en la carretera hacia Salinas. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.

Unos arbustos medianos en cuyas ramas resaltan frutos verdes y anaranjados reinan en medio de los cultivos de la parroquia ibarreña de Urcuquí.

Ubicado en el cálido valle del Chota, en la provincia de Imbabura, está la tierra del hobo, conocido como hobito por sus productores y consumidores.

Esta fruta entre dulce y ácida refresca a los viajeros que van a Carchi o al centro y sur del país. Las mujeres afroecuatorianas colocan cestos individuales en tinajas que mantienen con equilibrio sobre sus cabezas.

Los pequeños cestos son hechos con hoja de plátano y espinas. Aunque la época fuerte de producción de la fruta va de diciembre a marzo, en la casa de Liva Ayala siempre se hace el artesanal empaque.

Ella arrienda un lote de alrededor de cuatro hectáreas, por USD 400 al año. Recoge la fruta junto con sus hijos y luego la lleva a su casa, en donde se le unen vecinos como Laura Benavides y Arturo González, expertos encestadores.

Los espinos sirven como una especie de alfileres para sujetar a las hojas de plátano. Estos cestos tiene el objetivo de vender la fruta de una forma llamativa. Pero, además, la mantienen fresca en la espera de sus compradores, en medio del calor en las carreteras que llegan al valle. Esta familia vende en la entrada a la vía a Salinas.

Entre los 5 477 pobladores, que según el censo del 2010 viven en esta parroquia, hay mestizos, afroecuatorianos e indígenas. La gran mayoría tiene alguna relación con la fruta.

De hecho, desde hace alrededor de 45 años se efectúa en el poblado la Fiesta del Ovo, que se celebra anualmente entre la última semana de febrero y las dos primeras de marzo.

Carlos Vaca Peñaherrera es conocido en la zona como el Rey del Hobo. Lo llaman así por ser el pionero esta tradición. Resguardado en la poca sombra que le da la fachada de su casa en una soleada mañana, el Rey cuenta que un día estuvo encestando hobos en el corredor. “En ese tiempo estaba aquí un padrecito nuevito. Jovencito era. Me saludó y yo le dije: vea padre, en San Isidro hacen la fiesta del trigo y nosotros teniendo hobo no tenemos fiesta. Y me dijo ya pues don Carlitos, hagamos”.

En el primer año se eligió a la reina por votación popular. Los vecinos fueron a San Gabriel, El Ángel y otros sitios. “Íbamos chugchendo la platita para hacer (recogiendo, en kichwa)”.

Desde entonces se hacen competencias en bicicleta y carreras a los cerros cercanos. “Al último hay desfile, vienen de Ibarra, de los colegios, de los caseríos... se llena la gente”.

Parte de la fiesta son las leyendas. El pueblo está al pie del cerro de Puntasurco, llamado ‘La mujer dormida’, por la silueta que se dibuja en su cumbre. Se dice que los españoles mataron al cacique caranqui Ambuco y una doncella estaba tan triste que subió al monte a dejarse morir, mirando hacia el cielo. Los vecinos dicen que el amor de una pareja durará para siempre si sube al cerro o lo mira en una noche de luna llena.

A raíz de esa fiesta se empezaron a elaborar productos a base de hobo. Al inicio hacían hervidos con la fruta, en lugar de naranjilla, según Carlos Homero Vaca. Ahora la variedad de bebidas ha crecido: vino, canario y licor se venden hasta por cientos de botellas.

Los turistas de ciudades cercanas y del sur de Colombia las compran, según Saúl Hernández y su esposa Judith Vaca.
Para evitar que se dañe la fruta cuando había exceso de producción, los habitantes inventaron otras recetas. Para aliviar un poco el calor, la gente degusta ricos helados de hobo con leche, hechos en unas seis casas del poblado. Y para llevar está disponible la mermelada.

Saúl Hernández y Judith Vaca tienen 47 años de casados y llevan 30 haciendo productos a base de hobo. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.

Hay familias afro que compran estos productos para vender en la carretera a los curiosos turistas que quieren probar las delicias de Ambuquí.

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