Un economista

Roberto Campos, uno de los teóricos de la economía más recordado en Brasil, entre tantas de sus frases polémicas dijo una vez: “Hay tres formas para que el hombre se arruine. La más rápida es a través del juego y los casinos, la más agradable es con la mujeres y la más segura es siguiendo los consejos de los economistas”.

En su etapa más vigorosa, la de recién graduado, era enemigo del sistema capitalista, se lo llegó a denominar antiimperialista. Creía a rajatabla en el Estado y por esa causa se lo responsabilizó por todas las barbaridades que ocurrieron en la economía. Después de un tiempo reflexionó y comparó sus errores a la gonorrea, una enfermedad venérea que ataca principalmente a los jóvenes, en este caso a un economista recién graduado. Campos falleció el 2001 y a veces su fantasma aparece en la economía brasileña.

Quién sabe si fue por eso que el presidente Lula prefirió en su primera etapa de gobierno prescindir de un economista para que administre y cuide las finanzas del país después de un período de estabilidad iniciado con Fernando Henrique Cardozo.

Durante su primer mandato el ministro de Hacienda fue Antonio Palocci, un médico de una ciudad del interior de Sao Paulo. Actualmente diputado y nominado por Dilma Rousseff en otro ministerio, a Palocci se le deben todos los honores en el seguimiento y en el éxito del Plan Real.

En su segundo período Lula prefirió a un connotado economista, Guido Mantega, y envió a Palocci al Parlamento para llenarse de diputados experimentados y fortalecer al Partido de los Trabajadores (PT), que en la actualidad se ha nutrido de intelectuales y empresarios burgueses.

Ahí no hay broncas, la larga noche socialdemócrata persiste, la economía funciona, Lula no culpa de nada a sus antecesores, es que ni modo, él mismo es uno de ellos y por lo tanto Dilma Rousseff tendrá que pensar en otra estrategia si es que quiere culpar a alguien por los hipotéticos fracasos en su gestión.

En la economía brasileña dirigida por Mantega, quien ha sido ratificado por la Presidenta electa, no todo es ‘maravilha’ como suelen decir los brasileños. La meta inflacionaria para este año era de 4,5% y hasta el último mes ya alcanzaba 5,2%. Quizá el fuerte incremento del gasto público es uno de los mayores problemas que le tocará revisar a Dilma en el tercer período consecutivo del PT.

Cuando Mantega asumió sus funciones ofreció reducir el gasto público para lograr que la tasa de interés baje, pero no fue así. Se mantiene como la más alta en la región. El déficit en las cuentas públicas tampoco quedó en cero como ofreció. A Guido Mantega lo que le queda es aplicar otras de las tantas genialidades de su colega Campos: “Cuando todos están en mi contra significa que estoy en lo cierto”.

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