Redacción Mundo y AFP
Su negativa de entregar USD 6 500 millones del Tesoro para el pago de deuda soberana argentina lo catapultó a las primeras planas, la semana pasada. A causa de su decisión, la institucionalidad argentina se tambalea, el Congreso prepara una reunión extraordinaria esta semana y la presidenta Cristina Fernández mueve todas sus influencias para forzarlo a cumplir su voluntad.
Él es Martín Redrado, un economista de 48 años, que dirige desde el 2004 el Banco Central argentino y que resultó ser un inesperado enemigo para el gobierno de los esposos Kirchner.
Tiene dos décadas en la función pública. Obtuvo un posgrado en Administración Pública en la escuela de Gobierno John F. Kennedy, de Harvard, que le imprimió un ideario liberal moderado.
Tenía apenas 28 años cuando ocupó la Vicepresidencia de la firma Salomon Brothers. Inició su carrera política de la mano de Carlos Menem (1989-1999), quien lo calificara como uno de los “jóvenes brillantes” de su gobierno, lo que le valió el mote de ‘golden boy’ del menemismo.
Fue bajo el ala protectora de Domingo Cavallo, que llegó a la presidencia de la Comisión Nacional de Valores, a los 30 años.
“Ni loco, me estoy por casar y no es poca cosa”, dijo en 1994 cuando se le consultó sobre si aceptaría ser el ministro de Economía de Menem.
Casado, padre de dos niños y aficionado al tenis, no dejó de practicarlo ni siquiera en medio de la pelea con los Kirchner. Es parco con las declaraciones. “Vuelvo al trabajo, se hizo justicia”, fue todo lo que dijo cuando el viernes fue restituido en su cargo.
Hasta ahora había seguido a pie juntillas los lineamientos políticos del kirchnerismo. Por ejemplo, pagó al contado y con reservas de USD 9 810 millones al Fondo Monetario Internacional en 2005; pero cinco años después se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza para los Kirchner.