Niño Jesús, quiero hablarte de la novena… me gusta la parte de los villancicos: “Dulce Jesús mío, mi niño adorado…” Cuánta evocación a aquellos días de la infancia…: el olor a mango, las pequeñas luces titilantes rojas, amarillas y verdes, el aroma a caucho nuevo de la pelota roja, el pequeño helicóptero mecánico blanco y negro de la policía, el balón “Zambrano” liso, duro y perfecto para el partido de fútbol en la calle del barrio, la funda de caramelos a ser devorada. También me evoca una profunda tristeza al recordar cuando veía a niños caminando por las calles su soledad y pobreza pidiendo – exigiendo una limosna a nombre de la Navidad, de tu nacimiento. Parados tras una vitrina viendo una bicicleta que nunca tuvieron.
Me entusiasma la novena cuando habla de tu llegada como un anuncio de la paz, de la alegría, de la esperanza relacionada con la niñez, con la renovación y la defensa de la naturaleza. Proclamas que tanto nos hacen falta vivir estos días de discordia, extremismos e intolerancia.
Me conmuevo cuando se menta a San Mateo, quien habla de la protección a los perseguidos y refugiados: “Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto…” para evitar la persecución de Herodes. Allí, querido Niño, es cuando me pregunto cuánto hacemos para ayudar a esos niños y niñas colombianos y a sus padres que han tenido que alejarse de la violencia de su país. Me cuestiono cuánto Colombia hace para eliminar el sufrimiento de sus compatriotas desplazados. Cuánto, por nuestra parte, hacemos para impedir la migración de nuestros hermanos, que tienen que abandonar su país para buscar mejores días para sus hijos dejando atrás familias desestructuradas y tristes.
Sin embargo, también quiero decirte cuánto mal nos ha hecho la lectura en la novena, en sermones y rezos del Evangelio según San Lucas 2, 8-20: “…Y un ángel del Señor se les presentó (y dijo)… No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor” Lo que ha dado lugar que desde hace 2000 años nuestros pueblos trasladen este mensaje de la religión a la política y dejen de mirar sus propias fuerzas y talentos, su propia energía y sabiduría y busquen o construyan desesperada y desacertadamente siempre salidas fáciles y costosas: “al ungido, al Mesías, al destinado por Dios para realizar su obra…”
A pesar de eso me quedo con esa parte de la novena cuando habla de tu venida en un hogar pobre encabezado por un carpintero, ya que señala esa opción preferencial por los pobres y esa dignificación de lo humilde contrario a la pobreza espiritual de muchos poderosos y prepotentes. Entonces, tu presencia es vista como un símbolo de rebeldía, de lucha contra el poder y la tiranía. Un desafío desde abajo a lo establecido. Amén.