Tres dramas familiares por accidente de tránsito en Otavalo

Gabriela y Sofía Ortega y Camila Ramírez sobrevivieron en el accidente. Foto: Washington  Benalcázar / EL COMERCIO

Gabriela y Sofía Ortega y Camila Ramírez sobrevivieron en el accidente. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO

Mery Egas perdió a su única hija, Mishel Espín, de 27 años; y ella tiene lesiones en la columna y se apoya con un bastón.  Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO

Tras nueve meses del accidente del bus número 10 de la Cooperativa de Pasajeros San Gabriel, el dolor no se supera. Murieron 14 personas y quedaron 27 viajeros heridos en Otavalo (Imbabura).

Este fue uno de los 28 967 siniestros que ocurrieron el año anterior en Ecuador y que ubicaron a la ‘Provincia de los Lagos’ en cuarto lugar de la tabla con más accidentes, luego de Pichincha, Guayas y Azuay, según cifras de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT).

Para víctimas como Mery Egas, sobreviviente del accidente, la recuperación total es casi imposible. La mujer, de 59 años, camina con dificultad, apoyada en un bastón.

Eso le ayuda a mantenerse en pie, mientras unas placas metálicas -colocadas en el pecho y la espalda con unas correas- le sujetan la columna, que fue la parte de su cuerpo más afectada por el percance.

Ha soportado dos intervenciones quirúrgicas en Quito, asegura, con una voz casi imperceptible, porque no puede respirar con facilidad.  Pero lo que más le duele es haber perdido a su única hija, Mishel Espín, de 27 años.

En el 2017 fallecieron 2 153 personas en las vías del país y resultaron lesionadas 22 018.

El bus San Gabriel se accidentó a causa del exceso de velocidad. Esta es la segunda causa de accidentes en Ecuador, tras la impericia del conductor, según la ANT.

La imbabureña aún recuerda el suceso que ocurrió en el redondel de González Suárez, a un par de kilómetros de San Pablo, su lugar de residencia.

A pesar de la dificultad para movilizarse, Egas ha asistido a cada citación, dentro del juicio por el delito de tránsito con muerte culposa, que se abrió luego del suceso.

El proceso judicial fue instaurado en contra de Jairo P., el conductor del vehículo cuyo paradero es aún desconocido, y de su ayudante Joffre C., que iba al volante la noche del 24 de septiembre del 2017, cuando ocurrió la tragedia.

El primero fue incluido -el 18 de abril- en la lista de los más buscados, con la esperanza de que sea detenido y juzgado.

Joffre, quien fue apresado seis días después del accidente, fue sentenciado a cinco años. Eso motivó el reclamo de los sobrevivientes y familiares de los fallecidos que apelaron el fallo, porque consideraron que era una pena leve.

En junio, en una fecha aún por definirse, está previsto que continúe el proceso. Los 27 sobrevivientes del accidente no se reponen totalmente. Tampoco han sido indemnizados.

Fernando Tufiño, gerente de la cooperativa, asegura que en la sentencia se define el pago a las víctimas. Deberá hacerlo el propietario de la unidad, pero, como cooperativa apoyarán.

Este es el caso de la familia Ortega-Arcos, domiciliada en la capital de Imbabura. Ellos perdieron a su madre, Regina, profesora de profesión, que era el único sostén económico desde hace dos años, luego de que había fallecido su esposo.

Gabriela y Sofía Ortega y Camila Ramírez sobrevivieron en el accidente. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO

Gabriela, la hija mayor, recuerda que durante el viaje su progenitora se levantó del asiento para solicitar al chofer que bajara la velocidad. Así lo hicieron también otros pasajeros, como Mery Egas, pero el pedido no tuvo respuesta.

Junto a Regina viajaban sus hijas Gabriela y Sofía, y su nieta Camila Ramírez.
Cuando se volcó el automotor Gabriela quedó inconsciente. Camila, su hija, ayudó a rescatarla. La niña, que tiene 12 años, no sufrió lesiones físicas, pero sufre crisis nerviosas.

Para Sofía, de 18 años, todo pasó tan rápido. Venía dormida y tras el estruendo y varias volteretas del vehículo quedó con sus dos piernas aplastadas.

Tras 12 operaciones recobró la movilidad. Gabriela, que tuvo que asumir el manejo del hogar, cuenta que pasó unos cuatro meses en Quito, acompañando a su hermana.

Calcula que ha invertido USD 7 000 en curaciones. El dinero provino de ahorros, pago de liquidaciones de su mamá y ayudas. A pesar de todo, está satisfecha. Temía que a su hermana le amputaran la pierna derecha, como le advirtieron inicialmente.

Hortensia Carlosama y Segundo Méndez perdieron a sus tres hijos. Cortesía Andrea Andrade

Otra historia parecida viven Hortensia Carlosama, de 83 años, y su esposo, Segundo Méndez, de 85. La pareja que reside en Chután Bajo, Carchi, perdió a sus hijos Milton, Fanny y Elisa, en el accidente de Otavalo. El primero, taxista de profesión, ayudaba a la manutención de sus padres.

Los adultos mayores no tienen trabajo. Sobreviven con USD 50 del bono de desarrollo humano que les entrega cada mes el Estado. El dinero les sirve básicamente para cubrir los servicios de agua potable y energía eléctrica y para comprar alimentos.

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