Drama de familiares en morgue y hospitales tras el accidente de Oyacoto

Los familiares de las víctimas del accidente de Oyacoto realizaron el trámite en la morgue de Quito, para trasladar los restos de sus seres queridos a los funerales. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO

Los familiares de las víctimas del accidente de Oyacoto realizaron el trámite en la morgue de Quito, para trasladar los restos de sus seres queridos a los funerales. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO

Familiares de los fallecidos del accidente de Oyacoto tramitan las salidas de la morgue. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO 

Estaban cubiertos con cobijas y arropados con chompas de lana. Así pasaron la madrugada y la mañana del viernes 9 de diciembre junto a una puerta metálica de Medicina Legal, al norte de Quito.

Eran familiares y amigos de las personas que murieron luego de que el bus que venía de Tulcán a Quito cayera a una quebrada de 80 metros.

Vestidos de negro y entre lágrimas repetían: “¿por qué Dios?, ¿por qué te lo llevaste?”. Caminaban lentamente, miraban al piso y llamaban por teléfono a sus familiares.

Otros temblaban mientras esperaban la llegada de más cadáveres. Cerca de las 08:00, los socorristas confirmaban dos muertos más y con ello el número de víctimas subía a 14.

20 minutos después, una camioneta de la Fiscalía entraba a la morgue con el cuerpo de Alexander Salazar, la última persona rescatada en Oyacoto, el lugar en donde ocurrió el siniestro vial. El hombre de 39 años vivía en Carpuela, una localidad de Imbabura.

Todos los jueves viajaba a la capital, pues trabajaba de guardia en el mercado de La Ofelia.

Ocho de sus compañeros llegaron a la morgue para ayudar a la familia. Ellos se enteraron del siniestro por las noticias en la televisión y empezaron a llamar a su celular, pero ya no contestó. Debía empezar a trabajar a las 18:00 y no llegó.

Ahora sus seis hijos quedan al cuidado de su esposa. Los menores tienen entre cinco meses y 12 años.

En cambio, los cuatro hijos de María Malva, otra de las fallecidas en el accidente, se quedan en la orfandad. Su padre falleció hace siete años.

Ella trabajaba como comerciante y viajaba todas las semanas a Colombia para traer mercadería. El martes fue la última vez que la vieron en casa.

Ese día, junto con su madre y hermana, oraron de rodillas y agradecieron por la vida. Siempre lo hacían, aunque a María le pidieron que no viajara, pero ya tenía planificado todo. El viernes, entre lágrimas recordaron ese momento y cuando le suplicaron que no tomara el bus, presentían algo, pero ella insistió por sus hijos que están en Quito. “Lo más triste es que se fueron estando tan cerca de llegar”, repetía impactada la hermana de Mafla.

Las razones del percance aún se investigan. Agentes del Servicio de Investigación de Accidentes (SIAT) analizan los rastros que dejó el bus mientras caía al barranco.

Este es el accidente más grave que ha ocurrido en este año. Además de los fallecidos, 19 personas resultaron heridas.
En el hospital de Calderón y en el Baca Ortiz también se vivieron momentos tristes.

En el primero, hay dos personas en estado crítico. Uno de ellos es el chofer del automotor, quien está con custodia policial. El segundo es Luis Mosquera, entrenador de las formativas de El Nacional y exgloria del fútbol ecuatoriano. Familiares del entrenador confirmaron que tiene problemas en las costillas y el tórax.

María Mantilla y Judith Fala salieron tranquilas del hospital. Sus parientes estaban fuera de peligro pese a los golpes. Esta última contó que su concuñado venía de Ibarra a visitarla, mientras que el familiar de Mantilla traía mercadería.

Poco a poco, el diagnóstico de al menos 10 personas mejora. Algo similar ocurre en el Baca Ortiz, el centro pediátrico, a donde llegaron dos niños.

Los familiares permanecieron junto a las camillas o caminaban por los pasillos. Ellos sabían lo que a esa hora se vivía en medicina legal. En la morgue, el hermano de Raúl Lata, lloraba mientras veía su foto en el celular. Y los amigos decoraron su imagen con un listón.

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