Trump y América Latina: una agenda aún por definir después de seis meses confusos

Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero del 2017. Foto: EFE

Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero del 2017. Foto: EFE

Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero del 2017. Foto: EFE

El millonario Donald Trump se apresta a cumplir sus primeros seis meses en la Casa Blanca aún con la tarea de definir una agenda general para América Latina que permita superar un período marcado por la incertidumbre y la desconfianza.

Desde que se instaló en el Salón Oval, el 20 de enero, Trump recibió en la Casa Blanca a cuatro presidentes latinoamericanos: el peruano Pedro Pablo Kuczynski, el argentino Mauricio Macri, el colombiano Juan Manuel Santos y el panameño Juan Carlos Varela.

Con los cuatro mandatarios Trump mantuvo una conversación marcada por la cordialidad pero que transmitió una realidad: con el nuevo ocupante de la Casa Blanca han cambiado algunas de las reglas del juego, especialmente en términos de intercambio comercial.

Durante su reunión con Kuczynski, Trump confirmó que pretende participar de la Cumbre de las Américas, que se realizará en abril de 2018 en Perú, una oportunidad en que los líderes de la región podrán presentar sus preocupaciones y tratar de delinear terrenos de coincidencias.

Esa cumbre será también la oportunidad para que Trump presente su visión general estratégica de las relaciones de Washington con toda la región.

México y Cuba

Ya desde la campaña electoral, Trump dejó claro que entiende el intercambio comercial con otros países desde la perspectiva del efecto en el nivel interno de empleo, y de esa forma hizo ver a los países de la región que las relaciones comerciales serán revisadas.

En ese escenario, la mayoría de los presidentes de la región optaron por la cautela al comentar en enero la llegada de Trump a la Casa Blanca, y se turnaron en declaraciones en las que un pedido se repetía casi como una letanía: respeto en las relaciones bilaterales.

Uno de los países más directamente afectados por la nueva agenda es claramente México. Trump pintó a los inmigrantes mexicanos como violadores, en una obvia torpeza oratoria que llevó meses para ser puesta a un costado y abrió heridas que todavía hoy no han cerrado completamente.

Sin embargo, México sorprendió a la Casa Blanca al aceptar de buen grado sentarse a la mesa de negociaciones para rediscutir aspectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) .

No obstante, el presidente estadounidense aún insiste con la idea de construir un muro en la frontera con México, una iniciativa que envió un mensaje fuertemente negativo a toda la región.

Trump también inició los movimientos en el tablero para volver atrás en parte importante los avances conseguidos por su antecesor Barack Obama en el proceso de reaproximación con Cuba.

Aunque por el momento mantendrá las relaciones diplomáticas trabajosamente negociadas durante varios años, Trump determinó un endurecimiento de las normas sobre viajes de estadounidenses a Cuba y prohibió los negocios de empresas de Estados Unidos con firmas ligadas a las Fuerzas Armadas cubanas.

De acuerdo con Trump, no habrá más “concesiones” estadounidenses a Cuba, y de esa forma la esperanza de un desmonte del embargo vigente desde hace medio siglo se esfuma.


Mostrar los dientes

En el caso de Venezuela, Trump también muestra los dientes, y esta semana amenazó con “acciones económicas” si el gobierno del presidente Nicolás Maduro insiste con la realización de una Asamblea Nacional Constituyente.

En tanto, el caso de Colombia es particularmente sensible, y por el momento la Casa Blanca parece dispuesta a seguir apoyando el programa llamado 'Paz Colombia', y que substituye al acuerdo de cooperación militar y antidrogas 'Plan Colombia', que estuvo en vigor durante casi dos décadas.

Sin embargo, Trump provocó un estremecimiento en la relación al recibir secretamente en su residencia de veraneo a dos expresidentes colombianos (Álvaro Uribe y Andrés Pastrana), abiertamente contrarios al acuerdo de paz que Santos negoció pacientemente con la guerrilla de las FARC.

Además, el caso colombiano presenta una complicación adicional: el explosivo crecimiento en la extensión de las plantaciones de coca, un dato que preocupa vivamente a las autoridades estadounidenses.

Para completar el cuadro, el proyecto de presupuesto federal enviado por la Casa Blanca al Congreso recorta drásticamente los fondos destinados a la asistencia internacional, una medida que afecta directamente a diversos planes de cooperación bilateral y regional.

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