Si hace un día de mucho sol, la calidez de la luz exterior chocará contra la media luz del interior. Es una tenue penumbra que rodea 18 pequeños cuadros.
Se los conocía como ‘Los proverbios’, pero con el tiempo su nombre fue cambiando y ahora se los llama ‘Los disparates’. La primera pregunta que surge al hallarse en esta media luz es ¿por qué unos grabados de un artista reconocido se llamarían así? Nadie lo sabe.
En todo caso, Patricio Guerra, historiador del Centro Cultural Metropolitano, cuenta que esta es la serie de grabados más difícil de interpretar de las que hizo Francisco de Goya. (Otras son Los caprichos, Tauromaquia, Horrores de la guerra). Como se trata de una obra tardía del maestro, (la hizo más o menos cuando tenía 69 años 13 antes de morir en 1828), en estos grabados costumbristas utiliza toda su experiencia y su pensamiento crítico para satirizar lo que vivió en Burdeus, en Andalucía. Por eso aparecen petimetres, majas, mercadillos, caballeros, entre otros personajes. La discusión sobre el significado de ‘Los disparates’ todavía continúa.
No es para menos, las escenas que recrea abarcan todas las gamas de la experiencia humana. Desde festivos y juguetones bailes, experiencias surreales, hasta el enfrentamiento contra la certera muerte.
Una buena clave para la interpretación de ‘Los disparates’, de Goya, es analizar los dibujos preparatorios que el maestro hizo antes de estampar el grabado. (Lastimosamente, los dibujos preparatorios no son parte de la exposición, por lo que estas referencias son bibliográficas). Las sorpresas son varias, por ejemplo en el Disparate femenino, que consiste en una ronda de mujeres que sostienen una tela. Están manteando a los personajes del grabado. Para quienes han leído ‘El Quijote’, la escena con Sancho Panza en la venta debe parecerles familiar. Resulta que en los dibujos preparatorios se rescata el personaje del pelele. Él es quien vuela por los aires, sin embargo, en el grabado final, Goya sustituyó este personaje (hombre) por la tenue y casi imperceptible presencia de un burro sobre la manta. Las mujeres disfrutan el juego (o el castigo), en sus rostros se refleja cierto gozo perverso. Más que seguro que el burro no disfruta nada… Las palabras sobran.
En su Disparate ridículo, el cambio es más evidente. Se trata de una escena sobre una gran rama que estaba colocada casi sobre el suelo. Sobre esta, hay varios personajes femeninos que atienden a otro que está posiblemente predicando. El caso es que en el dibujo preparatorio aparecía todo el paisaje con varios puntos de referencia que orientan al espectador. Sin embargo, el maestro eliminó todas estas referencias espaciales para el producto final. El resultado fue que este grabado, según la crítica especializada, resulta más inquietante que los demás por la disposición de la imagen. Este es el que más se resiste a cualquier “traducción” oral y se ciñe a recursos estrictamente visuales. Que la rama no tenga ningún apoyo o referencia espacial hace que el espectador se sitúe en un plano similar al del grabado. Debe estar suspendido si realmente quiere ver las figuras. No existe arriba ni abajo, un lado u otro. Goya no propone tanto una escena enigmática, más bien lo enigmático es la posición en que nos sitúa. No basta con explicar esta obra, más bien hay que sentirla.
En ‘Los disparates’ no solo se muestran personajes fáciles de decodificar, otras figuras tienen rostros fantasmales, o son apariciones tenebrosas. Tienen los ojos vaciados, en muchos casos se trata de seres deformes con bocas en los hombros y dos pies por cada pierna, dos caras, o la atemorizadora presencia del bobalicón gigantesco, en el Disparate de bobo.
En Disparate pobre se ve una secuencia narrativa. Se trata de una joven que huye de unas sombras, parece que las deja atrás, sin embargo se dirige hacia otros personajes de mujeres mayores. El final se convierte en una anciana decrépita y pobre.