Es difícil

Es difícil escuchar la propaganda gubernamental sobre los beneficios de la explotación del Yasuní y no acordarse de la campaña del Régimen para aprobar la Constitución de Montecristi. Según las cuñas, la Constitución sería el talismán que permitiría que todos los ciudadanos finalmente tuviéramos vivienda, educación, salud, justicia y no sé qué maravillas más, tal como ahora ofrecen los anuncios a favor de la explotación del ITT.

Es difícil leer la solicitud que el Presidente de la República remitió a la Asamblea para declarar de interés nacional los bloques petroleros del Yasuní, en la que dice que con esos recursos se podría "cerrar el déficit habitacional en el Ecuador, más entregar agua potable, alcantarillado, manejo de residuos sólidos al 95% de la población, más construir todas las escuelas que necesita el país, más todas las megaobras viables (sic) en superautopistas", y no pensar que esto ya lo vivimos cuando se incluyeron una eternidad de derechos en la Constitución.

También es difícil ver el trámite que la Asamblea ha dado a la propuesta presidencial de explotar el crudo en el parque nacional -la aceptación de distintos mapas de la misma zona con flagrantes discrepancias entre sí, la prohibición de que los asambleístas hagan preguntas a ciertos comparecientes críticos con la propuesta, el argumento de que como la licencia ambiental para explotar el bloque 31 fue otorgada antes de que la nueva Constitución lo prohibiera entonces no hay problema, etc.- y no confundir estas escenas con las de las semanas finales en la triste Ciudad Alfaro.

Es difícil ser testigo de la facilidad con la que el Gobierno pasa, de un día para el otro, de la defensa de la selva a la defensa del billete y no recordar cómo la Constitución pasó, en un abrir y cerrar de ojos, de perfecta a deficiente.

Es difícil notar el resto de ofertas gubernamentales incumplidas -como la Justicia imparcial, el acceso universal a educación de calidad, la participación ciudadana, el cambio de la matriz productiva, las manos limpias y todo el lirismo del Plan Nacional del Buen Vivir- y no preguntarse por qué este nuevo milagro nacional, el del ITT, ahora sí se va a cumplir.

Es difícil, además, oír el razonamiento del Gobierno de que va a "usar el extractivismo para salir del extractivismo" y no imaginarse a un ludópata que dice que se va al casino para dejar de ir al casino.

Es realmente difícil constatar cómo la Asamblea a duras penas finge un debate democrático y cómo el Gobierno incumple lo ofrecido, cambia radicalmente de opinión en cuestión de días e insiste en explotar más petróleo para que el país supuestamente deje de ser petrolero, y no llegar a la conclusión de que Rafael Correa es el dios pecador de una sociedad pecadora que está dispuesta a hacer cualquier concesión por un plato de lentejas o un fajo de billetes.

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