Al mirar la bella geografía, a nadie escapa que Ecuador, tierra de cumbres y volcanes, es también tierra de sucesivos fenómenos naturales, entre ellos, los sismos.
Las leyendas transmitidas por la tradición oral y los registros históricos ( algunos de vibrante fuerza literaria ) nos traen pretéritos relatos de destrucción y angustia general entre vecinos y visitantes.
Quito, Ibarra, Riobamba, ya en la historia escrita, fueron escenarios de gigantescos movimientos telúricos.
El terremoto de Ambato, a mediados del siglo pasado (1949), dio pie a la celebración de una fiesta popular, hoy muy expandida – la Feria de la Fruta y de las Flores – como antes lo fue la Fiesta del Retorno en Ibarra.
A nadie que supere los 30 años se le olvidan los eternos momentos del terremoto del 87 que, con epicentro en el volcán Reventador, causó estragos en el Centro Histórico de Quito y miedo en sus pobladores.
Pasctocalle, Pujilí y otros centros poblados han sufrido en las últimas décadas fuertes remezones y no debemos perder de vista aquel que causó estragos en la bella Bahía de Caráquez.
Al revisar la cronología que publicó EL COMERCIO vemos que el año 1932 fue muy movido en Quito, Machachi y Tulcán. En 1931, Latacunga fue arrasada. En Quito, Guayaquil, Cuenca y Portoviejo se sintió un movimiento violento y prolongado y hasta 44 réplicas.
Para 1955 se sintieron sacudones en Pichincha, Imbabura y Carchi, en mayo; y en Imbabura, nuevamente, en julio. En el primer trimestre de 1956 se da cuenta de dos temblores fuertes: un sismo causó estragos en Manabí pero se sintió en todo el país. Luego, en el sur, la tierra volvió a temblar. En 1960, hasta Quito se sintió el fuerte movimiento telúrico del Perú y en 1976 un temblor en Esmeraldas se percibió en la capital.
Relata la crónica de sismos en 1988 en Tumbaco, en 1992 en la cordillera de los Llanganates, en 1996 en la cordillera del Cutucú.
Ahora, los medios de comunicación han difundido las crudas imágenes de dos episodios en pueblos hermanos: Haití y Chile.
Saltan a la vista las comparaciones. Si la precaria infraestructura de Haití causó más de 200.000 muertes, en Chile lamentamos cerca de 800. La diferencia de un país con instituciones fuertes, donde incluso se evidenciaron falencias en los sistemas de contrucción, comunicaciones y mecanismos de seguridad para evitar los saqueos y el pillaje. Inclusive quedó al descubierto el frágil sistema para las alertas en casos de Tsunami.
Cuando ocurre lo de Haití o Chile vuelven las advertencias, urge un serio diálogo nacional.
Hugo Yépez, Director del Instituto Geofísico, dice que entre el 65 y el 70 % de construcciones de Quito no cumplen las normas.
¿Tenemos comunicaciones y planes de prevención?¿Estamos preparados?