Redacción Sierra Centro
La música de las bandas de pueblo se oía desde lejos. El sonido de la fiesta era arrastrado por el viento, que descendía desde los barrios cercanos hasta Píllaro. Eran las 10:00 y como si el ritmo hubiera hecho un llamado, poco a poco los diablos vestidos de rojo fueron apareciendo.
Ellos se alistaban para participar en el Diablada de Píllaro, la fiesta más grande de este cantón, ubicado a 14 km de Ambato.
Más de la celebración
Otra de la hipótesis del origen de la fiesta es que los padres de las chicas inventaron la leyenda de que en Píllaro salen los
diablos. De esa manera, alejaban a los jóvenes que llegaban de otros lugares a enamorar a las jovencitas.
Una de las características de las vestimenta de los diablos es
la máscara. Está es elaborada con los colmillos y huesos de animales muerto. Cuesta USD 300.
Cada partida, practica su presentación. Además, se contrata a las bandas más famosas a escala nacional.
Ayer, la convocatoria era para las comparsas, más conocidas como ‘partidas’, de Tunguipamba, conformada por 400 personajes, entre diablos y guarichas. Además, las de Cochaló, Marcos Espinel y San Vicente. En cada una hay entre 100 y 300 personajes.
“Tenemos que estar temprano porque hay que recargar energía para el baile”, dijo Fabián Quishpe de 23 años, quien participa en la Diablada desde que tenía 5 años. Esta vez es un diablo.
Y cuando se refiere a recargar energía es a alimentarse. A esa hora, las mujeres tenían listo el refrigerio, que consistía en un plato de mote con fritada, ají, chicha y puntas saborizadas con frutas y con leche.
Luego del refrigerio, los diablos empezaron a bajar hasta Píllaro danzando por una angosta calle empedrada. Su propósito era llegar hasta el parque 24 de Mayo.
Eran las 14:00 y la fiesta se prendió. Las ‘partidas’ recorrieron tres cuadras hasta terminar en la sede del Sindicato de Choferes. Ahí nuevamente comieron el plato de mote con fritada y luego volvieron a salir. La Diablada se prolongó hasta las 22:00.
“No importa el cansancio ni cuántas horas tenemos que bailar, esta es una tradición que se debe preservar y por eso estamos aquí. Es una forma de decir que los pillarenses somos rebeldes”, explicó Quishpe.
La Diablada nació justamente como una forma de rebelión de parte de los pobres contra las familias aristocráticas, en la época de la Colonia. En 2008, esta celebración recibió la designación de Patrimonio Cultural Intangible. Las fiestas se prolongarán hasta el 6 de enero.