Redacción Esmeraldas
La vía Ibarra-San Lorenzo se bloqueó ayer por los derrumbes, causados por el invierno que afecta a la zona. Juan Estupiñán, vecino de la localidad Durango, en el cantón San Lorenzo (Esmeraldas), informó que unos 200 vehículos se quedaron varados en el sector, por la acumulación del material pétreo sobre la calzada.
Desde la tarde de ayer, obreros y maquinaria de la Compañía Técnica General de Construcciones, encargada del mantenimiento de la vía, empezaron a retirar los escombros. Estaba previsto que hasta la noche quede habilitada la carretera.
En otras provincias
Desde el fin de semana pasado, empezó a llover con fuerza en Imbabura. Hasta ayer no se reportaron inundaciones o afectaciones en barrios y comunidades. El sector más vulnerable, en la zona urbana, es el del aeropuerto.
En Carchi, los aguaceros todavía son moderados. Las lluvias eran esperadas por los campesinos, principalmente, de Mira, Espejo y Bolívar, que soportaron una prolongada sequía de más de seis meses, que acabó con los cultivos.
En el gráfico de la página 16 de hoy consta que la Ibarra-San Lorenzo está en buen estado. Esa página se cerró antes del deslave.
Se conoció que a lo largo de toda la vía se registraron unos 10 derrumbes. Por esa razón, las autoridades de Policía de San Lorenzo recomendaron a los conductores que, en lo posible, circulen solo en el día.
Esta carretera es estratégica para unir a las provincias de Imbabura y Carchi con la Costa. También era una alternativa frente a los deslizamientos de magnitud que se presentaron en los últimos días en la Alóag-Santo Domingo, de 101 km.
Pero esta no fue la única zona afectada por el invierno en Esmeraldas. Las lluvias que caen desde el fin de semana causaron la crecida de los ríos Bogotá y Tululbí. Los dos bordean a la comunidad Chillaví.
“El agua subió 10 metros y se llevó las gallinas, los puercos y los cultivos de yuca, plátano y cacao de la parte baja”, contó el campesino Santos Vivero.
Hasta la mañana de ayer no recibían aún ayuda de las instituciones de socorro. En Chillaví hay 60 casas y la mayoría de la población es negra. Al sitio se accede en lancha, navegando por el río Bogotá.
Los intensos aguaceros también generan preocupación entre las 120 familias del barrio 3 de Octubre de la capital esmeraldeña. Allí, un riachuelo que conduce las aguas lluvia pasa cerca de las frágiles viviendas de caña y cemento.
En realidad es una zanja de 540 metros, que cada invierno se desborda. “Hemos pedido al Municipio y a la Prefectura que entuben el canal, pero no nos ayudan”, asegura Enriqueta Guevara, vecina del lugar.
Es por ello que ante el abandono de las autoridades han buscado apoyo en organizaciones como Intermón Oxfam y el Fondo Populorum Progressio (FEPP).
Los funcionarios dictan charlas de prevención de desastres. Jacinto Fierro, coordinador del proyecto de preparación comunitaria, cuenta que se están formado brigadas de socorro con los propios moradores.