La desesperación por el agua se acentúa en Manabí

Redacción Manta
 
Por ahora, buscar agua en Manabí demanda mucha paciencia. Así lo reconoce  Galo Rivadeneira. Este agricultor tiene su finca en el recinto Palo Amarillo, en el cantón San Vicente, en el norte de la provincia.

Él es propietario de una camioneta, que en los últimos días se ha convertido en su aliada para conseguir el líquido vital. “Si no tuviera a disposición ese medio de transporte, las cosas se complicarían todavía más”. 

Su finca de nueve hectáreas está ubicada entre dos lomas. Ya son casi tres semanas que sale  de la casa en busca de agua,  antes de que el sol aparezca en la zona. “Hay que recorrer por donde se sabe que hay charcos y riachuelos. Si no lo hago, las vacas, los chanchos y los caballos se pueden morir”.  

Hay días en los cuales encuentra vertientes de agua mientras realiza otras actividades. Eso ocurrió el pasado sábado.

 Ese día se dirigía a Manta a comprar alimentos para la familia y ubicó un arroyo de agua. En el cajón de la camioneta lleva cuatro tanques plásticos y una bomba de succión. “Ahora, esos implementos son indispensables, como la llave de ruedas”, asegura.  

Al otro lado de la provincia, en el recinto Las Piñas, suroeste de Manta, los habitantes esperan al pie de la vía el paso de los tanqueros  que distribuyen agua.

Se volvió común ver las filas de canecas y otros envases plásticos. Cada recipiente tiene iniciales, las letras permiten saber a qué familia pertenecen. Para Gioconda Erazo, vecina del lugar, el drama se acentuó por la falta del líquido.

“Ahora, ni los tanqueros llegan con la misma frecuencia de antes. Es preocupante”, comenta.

La mujer cuenta que debe levantarse a las 03:00, para ubicar en un buen sitio sus recipientes. Para Erazo, la espera demanda mucho tiempo, que puede ser empleado en el trabajo.

“Los tanqueros no pasan a una hora fija. A veces nos quedamos esperando hasta muy tarde y los cultivos están abandonados”, dice  Julián Plúa, un pescador artesanal residente en  Las Piñas.

Desde la carretera,  los tachos se llevan a la parte alta del acantilado. Allí están las casas construidas en los desniveles de las elevaciones. Los lugareños movilizan las canecas sobre el lomo de los asnos. El ascenso es rocoso y, por ende, resbaloso.   

“Hay que halar con cuidado. La verdad es que la vida para nosotros se ha vuelto más difícil”, añade, con tristeza, Plúas.

El pasado viernes, el presidente Rafael Correa firmó el decreto de emergencia en la provincia, por la sequía. El propósito es buscar recursos para ayudar al agro y a la ganadería. De acuerdo con la Prefectura, unas 350 000 hectáreas de cultivos y de pastos están en riesgo. Además, 100 000 de las 600 000 cabezas de ganado. Hasta ayer no se concretaba la entrega de los recursos para las zonas afectadas.

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