París, AFP
El descubrimiento de una atmósfera de carbono en una muy joven estrella de neutrones, astro ultra compacto consecuencia de la explosión de una supernova, permite entender mejor la evolución de los cuerpos celestes, según un estudio publicado el miércoles en la revista Nature.
Cassiopeia A nació de una supernova, explosión final de energía al morir una estrella, que tuvo lugar a unos 10.000 años luz (1 año luz = 9,5 billones de km) de la Tierra, dentro de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Esa supernova al parecer ya fue observada en 1680 por el astrónomo británico John Flamsteed, recuerdan los autores del estudio, Wynn Ho (Universidad de Southampton, Reino Unido) y Graig Heinke (Universidad de Alberta, Canadá) .
Desde que Cassiopeia A fuera descubierta en 1999, una fuente de rayos X en su centro seguía sin poder explicarse y contradiciendo las propiedades atribuidas generalmente a las estrellas de neutrones.
La viejas estrellas de neutrones, que tuvieron entre 10.000 y 100.000 años para enfriarse, tienen una atmósfera de hidrógeno y helio.
Según Ho y Heinke, que se basaron en observaciones realizadas en 2004 y 2006 por el satélite Chandra X-ray, la fuente de rayos X indica “la presencia de una atmósfera de carbono”, lo que “probablemente es una consecuencia de la juventud” de Cassiopeia A.
Una estrella de neutrones puede tener una masa dos veces mayor que la del Sol a pesar de un diámetro 10.000 veces inferior: de 10 a 15 km contra 1,4 millones de km del Sol.
Además, es hiperdensa, con una masa de 100 millones de toneladas por centímetro cúbico (es decir, aproximadamente el contenido de una cuchara .
Dada la intensa gravedad, la atmósfera tiene un espesor de apenas 10 centímetros sobre una capa sólida muy delgada, tal vez de hierro.
Para propagar la idea de que una estrella de neutrones, con su superficie sólida, parece más un planeta que una estrella normal, el astrónomo estadounidense Frank Drake imaginó que podría existir vida (Life on a Neutron Star, Astronomy, 1973) .
Esta idea fue más tarde popularizada por un especialista en la fuerza de gravedad, Robert Forward, en su novela de ciencia ficción “Dragon’s Egg” (Huevo del Dragón).