Lo primero que sorprende son sus edades. La mayoría no supera los 23 años. Los 75 internos ecuatorianos –60 hombre y 15 mujeres- de la cárcel madrileña de Alcalá Meco, al norte de Madrid, son muy jóvenes y su ingreso a la cárcel es el efecto de una dramática y frustrada emigración. A propósito del Día Internacional del Migrante, el 18 de diciembre, la Secretaria Nacional del Migrante, Senami, realizó, el 3 de diciembre, una jornada de integración con los internos denominada ‘Todos somos migrantes’.
Conforme pasa el tiempo, el ambiente en el polideportivo de Meco se va distendiendo. La bandera tricolor recibe a los internos e internas.
Primero asombro. Muchos no han tenido contacto con el sexo opuesto en meses. Miradas cruzadas, risas. Cuesta acercarse. Después se rompe el hielo. El himno nacional arranca el llanto de varias compatriotas. Recuerdos de infancias en colegios de Ecuador. ‘Viva Ecuador’ y varios ‘Viva Quito’ se escuchan de fondo. La emoción estalla.
El evento de la Senami consistió en un campeonato de ecuavóley, almuerzo con comida típica – cebiche y llapingachos-, baile y un espectáculo musical. Cuando pocas cosas pueden alegrar si se cumple una condena de nueve años por tráfico de droga, eventos como este son para estos compatriotas la gloria.
En España cumplen condena con sentencia en firme 1 600 ecuatorianos, según la Senami. Sin contar la Generalitat de Cataluña, que no ha proporcionado esta información al Gobierno ecuatoriano. Tampoco constan en esta cifra los que están en prisión preventiva y sin sentencia.
En Alcalá Meco, un alto número de los connacionales cumple la preventiva. El centro divide a los internos en dos grupos: de 18 a 21 años (menores) y adultos. La mayoría de los mayores lo están por tráfico de droga. Los menores por robo, pequeño tráfico y lesiones. Esto último está usualmente ligado a actividades en ‘bandas latinas’.
Las condenas por violencia intrafamiliar también ocupan buena parte de las plazas, mientras que delitos como asesinatos, son excepcionales en los ecuatorianos.
El fracaso escolar fue el inicio de los problemas y frustraciones de muchos jóvenes compatriotas allí internos.
Una reagrupación difícil de afrontar por sus padres, que dejaron de lado la supervisión de los menores debido a una alta carga laboral completan el panorama.
“El chico no se entera de nada de lo que dice el profesor. No calza, se empieza a sentir mal y es molestado por sus compañeros. Si un día no entiende lo que le dice el maestro y al siguiente tampoco, al tercero deja de ir”, resume Santiago, educador del centro penitenciario que prefiere no revelar su apellido.
Después de la deserción escolar y la ausencia de los padres –muchos tienen sólo un progenitor en España y el otro en su país- viene la calle.
“Si la madre no está en casa, nadie lo está y el chaval crece en la calle. ¿Quién está en la calle? El que fuma porros y las bandas. Se incorpora en ellas buscando refugio y protección y después es muy difícil salir”, añade el psicólogo.
Las historias de los internos avalan estas afirmaciones. “Yo estaba solo siempre y mi mamá trabajaba todo el día. No hacía nada y opté por el peor camino”, dice William Solís, de 22 años.
“Si al menos hubiera estado el viejo para poner mano dura”, completa Luis Pavón, ex miembro de los Latin King. “Este nunca será nuestro país”, agrega Juan de 19 años.
Luis añade: “Nunca sentí que este fuera mi lugar, el sueño de todos es volver al país”.
Punto de vista
‘Les afecta el desarraigo ’
Marisa Alonso / Subd. de Tratamiento Alcalá Meco
“El comportamiento de los ecuatorianos es muy tranquilo. No son agresivos en general, se adaptan bien y se integran en actividades. El hecho de que haya muchos jóvenes tiene que ver con desarraigo social en España, los padres trabajan todo el día. Su salida son las bandas, unido a las drogas y los robos. Buscan un grupo de apoyo”.
Testimonio
‘Me desesperé y pasé tres kilos’
Prisca Vega / El Triunfo, Guayas, tiene 28 años
“Me quedé sin trabajo, tengo una hija en Ecuador y mi madre tiene cáncer. Me desesperé. Una mala amiga me empujó a que lo hiciera con su banda. La recogí en República Dominicana y pasé todos los controles de Barajas. Me cogieron a punto de tomar el taxi. Traía 3 kilos. Me condenaron a nueve años de prisión y llevo 20 meses”.