La larga travesía por los caminos de la dignificación del ser humano ha tenido en Occidente sus periodos de florecimiento, dudas y decadencias.La revolución francesa fue uno de sus hitos y la declaración universal de los derechos del hombre una referencia clara.Las interpretaciones no faltaron para describir los matices y la política logró dividirlas en “de derechas o de izquierdas” para condenar o proteger a las dictaduras cuyo sustantivo referencial es claramente superior a los adjetivos que la colocan de un lado o de otro.Esta introducción guarda referencia a las tremendas dudas que muchos luchadores de la libertad encuentran a la hora de condenar a la dictadura de Castro en Cuba donde asistimos impávidos a la huelga de hambre de uno de los tantos presos de conciencia en un país que acabó con las libertades fundamentales so pretexto de la revolución y que pretende que muchos temamos condenarlo como un régimen oprobioso que ha logrado convertir a Cuba en una gran cárcel.Así como no temimos condenar y padecer las consecuencias de dictaduras de derecha como las de Stroessner en Paraguay, así también debemos gritar a voz en cuello que lo que acontece en Cuba es una violación constante de los derechos humanos más elementales y que reclamar respeto a los presos no es ninguna forma de chantaje, sino el grito más elemental de la dignidad humana violada y mancillada.Es bueno ver en estos casos el comportamiento de los países cuyos gobiernos dicen estar cerca del pueblo y de sus necesidades. Es preciso observar quiénes callan por ser amigos de los gobiernos autoritarios y quiénes con autoridad levantan su voz para reclamar libertad y dignidad para decenas de presos cubanos que todavía hoy esperan la solidaridad de una América Latina donde sus gobernantes no relativicen sus críticas en función de sus alianzas coyunturales.Sería bueno ver qué dicen los mandatarios sobre estas violaciones y juzgarlos en función de sus actos para definirlos si son en verdad respetuosos de los derechos de la libertad de expresión, de prensa, de movilización, solo por citar algunos que diariamente son violados en la Isla como en otros países de nuestro subcontinente.Juzgar a las violaciones de los derechos humanos en relación a los Estados Unidos de Norteamérica es un acto de cinismo que debería provocar en cada uno de los luchadores estos derechos la repugnancia republicana más abierta y sin temores.Los derechos humanos no importan de qué generaciones sean, lo que trasciende es el silencio cómplice que tolera sus vejámenes o la valentía de reclamar libertad donde no existe y ayudar a quienes padecen su ausencia.Y en esto no hay medias tintas.