La Escuela de Danza de Amaguaña tiene entre sus representaciones al Ruco de Amaguaña. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Viste pantalón negro, camisa blanca y poncho negro que tiene un fleco rojo. Cubre su cabeza con un casco blanco y su rostro con una careta de tela del mismo color y en la mano carga un toro.
Así luce el ruco de Amaguaña, personaje que forma parte de las 502 manifestaciones de patrimonio cultural inmaterial que se registraron en Quito tras un censo que se inició en el 2014, según Tamara López, directora de Proyectos Especiales del Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito.
Esta tradición, que también perdura en Alangasí, Píntag, Conocoto y La Merced, fue postulada para que ingrese a la Lista Representativa de Patrimonio Cultural del Ecuador, junto con los rituales de cosecha de cereales de trigo y cebada en Aloguincho.
Elías Ñato trabaja para preservar la tradición en Amaguaña. Allí dirige un grupo de 30 bailarines de entre cinco y 38 años de edad que ensaya las tardes de los sábados y domingos para mantener viva la danza ancestral que aprendió de sus abuelos.
Un ruco es una persona mayor, un anciano o un mayoral. En la danza que se practica en la Escuela de Artes de Amaguaña desde el 2011, representa al capataz y se cree que empezó a forjarse el personaje cuando comenzó a funcionar en la hacienda Chillo Jijón una fábrica textil. Según Ñato, en esa época la gente usaba el disfraz como una representación satírica del dueño de las tierras, Jacinto Jijón y Caamaño.
A esa época se remonta el diseño del vestuario, pero Ñato explica que hay elementos ancestrales como la música y los instrumentos fundamentales: tambores y pingullos. En la danza que usualmente se representa en fiestas tradicionales como el Corpus Christi, destaca del grupo el mayoral, un ruco que tiene un poncho rojo en lugar del negro y en su mano carga un acial.
Aunque el grupo tiene bailarines menores a los 38 años, en Corpus Christi se suman al baile los abuelos que les enseñaron la tradición a los miembros de esta escuela, ubicada en las instalaciones del gobierno parroquial de Amaguaña.
Y el personaje aparece también en las yumbadas, pero por cada grupo solo hay un ruco en medio de la comparsa.
De las 502 manifestaciones registradas, el 37% está en riesgo, según la antropóloga Gabriela Guevara, quien trabajó en la investigación como consultora del Instituto Metropolitano de Patrimonio.
López explica que este riesgo se debe a que muy pocas personas portan todavía la tradición o porque quienes aún las practican están en edad avanzada. En el listado de patrimonio inmaterial de Quito constan manifestaciones culturales que solo aparecen como registro de la memoria, porque quienes la practicaban fallecieron y se llevaron consigo la tradición.
Además de crear una lista en Quito, este es un proyecto de investigación y preservación. Para estar en la lista, estos tesoros inmateriales debían cumplir con características como un sentido se identidad y pertenencia. Ahora constan en un sistema nacional informático con el fin de salvaguardarlas.
Durante la investigación se analizaron también contextos de las localidades en donde se desarrollan las manifestaciones para poder conocerlas a profundidad. Y la idea, según Guevara, es conocer a los adultos mayores que son portadores de estas prácticas, mejorar sus condiciones de vida y ayudarles a que transmitan sus conocimientos a las nuevas generaciones.
Uno de los puntales para lograrlo es que el Instituto se vuelva en un medio para canalizar los proyectos de las comunidad. Es lo que ocurre con los rucos de Amaguaña, que tienen un proyecto de salvaguardia de su tradición que fue aprobado por la Administración Zonal Los Chillos y el gobierno parroquial.
Ahora, este expediente está a la espera de que el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural apruebe su viabilidad para ingresar a la lista nacional. La idea es que a futuro se pueda postular como patrimonio inmaterial en la Unesco.