La cumbre de Copenhague solo alcanzó acuerdos “mínimos” sobre el clima

Copenhague, DPA

La cumbre mundial de Copenhague alcanzó esta noche un compromiso "de mínimos", no vinculante, con apenas algunas menciones a emprender un esfuerzo, voluntario, para que la temperatura del globo no suba de dos grados centígrados, y con una promesa de ayuda monetaria para que los países pobres del planeta luchen contra el calentamiento global.

"No es suficiente, pero es un buen principio", aseguró esta noche un funcionario de la Casa Blanca, citado en la cumbre de Copenhague.

Se trata de un acuerdo gestado con tenazas entre Estados Unidos, China, India y Sudáfrica, según fuentes de la Casa Blanca.

Uno de los puntos más negativos del texto es que deja para 2010 el establecimiento de los objetivos de reducción de dióxido de carbono (CO2), el principal gas contaminante de efecto invernadero.

El acuerdo se produjo tras intensas negociaciones y después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, instara al mundo a "actuar" antes de que sea "demasiado tarde".
Estados Unidos y China suman, juntos, el 40 por ciento de la contaminación global. Ambos se habían enzarzado en una agria disputa de la que no se movían ni un ápice.

Pero a pesar de las buenas palabras, la cumbre terminó con un acuerdo (a modo de "Declaración de Copenhague"), muy "descafeinado", en la cual los países ricos se comprometen a un objetivo conjunto de reducción de gases de efecto invernadero en al menos un 80 por ciento para 2050, para poder mantener así el objetivo de los dos grados (como máximo) de incremento de la temperatura global.

Los gastos de ayuda del mundo rico para que los menos favorecidos puedan luchar contra el cambio climático se elevarán a 30 000 millones de dólares para los tres próximos años y a 100.000 millones de dólares anuales en 2020.

"El cambio climático supone un peligro creciente para nuestra población. Este riesgo no es ficción, sino ciencia", fueron las primeras palabras hoy de Barack Obama, que era esperado en Copenhague como un "mesías" que podría salvar la cumbre de Naciones Unidas del naufragio.

"Mientras nadie duda del cambio climático, nuestra habilidad para actuar sí que lo está", destacó Obama, en la intervención más esperada de toda la cumbre, que se inició el pasado 7 de diciembre.

El ambiente de pesimismo era hoy generalizado. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, no ocultaba su decepción al afirmar, ante una nube de periodistas, que "se han hecho muy pocos progresos, China sigue empeñada en que la verificación de sus emisiones por parte de terceros supone una injerencia en su soberanía, no entiendo por qué", afirmaba.

Ese era el nudo gordiano que debían cortar hoy Obama y el primer ministro chino, Wen Jiabao. Estados Unidos hizo un gesto simbólico ayer, por boca de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, al afirmar que su país se sumará al esfuerzo económico internacional de 100 000 millones de dólares anuales para 2020 con el fin de ayudar a que los países pobres puedan luchar contra el cambio climático.

A cambio de su oferta económica, Washington esperaba un movimiento paralelo de Pekín, que se ha dado esta noche, aunque parece poco ambicioso.

El gigante asiático valoró como "positivo" ese gesto estadounidense, pero se niega a que sean organismos internacionales, por ejemplo equipos de Naciones Unidas, quienes verifiquen que procederá a recortar sus emisiones futuras según su última propuesta, que abarcaría hasta un máximo del 45 por ciento en función de su PIB.

"Debemos tener un mecanismo de revisión (de emisiones de C02) que no sea una intromisión y no afecte a la soberanía nacional. Pero ¿cómo puede haber un acuerdo internacional si no intercambias información? Llevamos dos décadas hablando y no hemos visto más que crecer el fenómeno del cambio climático. Este es el momento final", alertó el presidente de Estados Unidos.

Según las informaciones que esta noche han circulado en Copenhague, el tema de las "verificaciones internacionales" no se ha solucionado.

El eje central de la disputa sigue centrado en el exponencial crecimiento económico chino, con una previsión de casi un 9 por ciento para 2010, según varios estudios. Pekín, apuntan los analistas, no quiere comprometer en exceso ese "milagro económico".

Precisamente a ese "egoísmo" se refirió hoy nuevamente el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien en una metáfora muy clara subrayó que la cita de Copenhague no debería ser "un juego de póker, en el que algunos se guardan un as en la manga y juegan según sus intereses".

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