Redacción Cuenca
Cuenca inspira. Eso lo tienen claro tres jóvenes que trabajan y crean con base en las tradiciones y las costumbres azuayas.
La yapa
En el Museo del Sombrero, los turistas pueden ver detalles de la elaboración. También hay un café-bar y un teatro.
La Vinoteca ofrece comida gourmet, pero son los vinos. Allí, en las paredes se muestran vinos de los más costosos.
Francisco Ugalde es guitarrista de la banda de rock Plaza Malation desde hace 10 años. Planea grabar un disco de sus obras.
El músico Francisco Ugalde camina a diario cerca de la capilla del padre Julio Matovelle, en el sector de La Merced, en el Centro Histórico de Cuenca. Pero los jueves notaba un ambiente diferente. Desde dentro de la capilla se oían cantos religiosos.
Se acercó y notó que un grupo de mujeres se reunía solo el cuarto día de la semana para cantar y orar. Ese ambiente le cautivó.
Vio reflejada a Cuenca desde esas mujeres y le rondó la idea de grabar esos cánticos. Lo hizo durante seis jueves.
Con las grabaciones, Ugalde desarrolló una obra teatral musical basada la cultura religiosa de Cuenca. Para él, esos cantos representan a una sociedad que creció con la religión como directriz.
En cambio a Efraín Zhagui le atraen los tejidos de paja toquilla que dan forma a los sombreros. Es guía turístico del Museo de los sombreros, en la Calle Larga.
Labora allí desde hace cinco años y su trabajo le ha dejado riquezas que, según él, otro empleo no le hubiera dado. “Solo oyendo a los extranjeros aprendí inglés, alemán, italiano”.
Ahora intenta sacar un título que avale que sabe hablar esos idiomas.
Él se mueve como en su casa cuando está en el Museo. Se conoce de memoria la elaboración del sombrero, su historia y en esos idiomas transmite esos conocimientos a los visitantes.
Es cuencano de nacimiento y está convencido de que cada detalle que tiene un sombrero lleva la marca de su ciudad.
Otra tradición de la urbe es la comida y Rafaela Pons (23) le saca provecho. Es chef y para ella no hay mejor esencia de los morlacos que la comida. Trabaja en un de los nuevos restaurantes de la ciudad La Vinoteca, en la plaza del Farol y en sus creaciones mezcla lo típico, lo criollo.
“Se puede lograr una cocina vanguardista que mezclar las nuevas técnicas con lo de antaño. Los sabores cuencanos son mi vida, son mi esencia”.