La Habana. AFP
Cargados de regalos, chocolates, televisores de pantalla plana o adornos del muy abrigado Papá Noel, miles de cubano-estadounidenses llegan a la isla tropical a gozar en familia Navidad y Año Nuevo, más que en otras épocas. Esto se debe a que el presidente Barack Obama levantó las restricciones a los viajes.
Subiendo los bultos en un Chevrolet naranja, un clásico 1956 estadounidense, Adrián, de 17 años, desbordaba alegría en la terminal 2 del aeropuerto José Martí, donde en estas fechas arriban de ocho a 10 vuelos diarios de EE.UU., sobre todo de Miami.
Nacido en Tampa, acaba de conocer a su abuelo. “Mis padres emigraron hace 20 años y estoy muy feliz de venir a conocer a mis parientes”, dijo. A su lado, Evaristo Delgado, chofer de camiones de 60 años, añade a lo dicho por su nieto lamentándose de que “la política separe a los cubanos de aquí y de allá”.
Pero el júbilo del reencuentro superará el malestar. Con su familia en el barrio de Luyano, Yaimelis, de 37 años, otra emigrada que llegó con su esposo y dos hijos de Carolina del Norte para la cena cubana de Navidad: puerco asado, congrí -arroz y frijoles-, yuca al mojo y ron contó que hace dos meses vino y ahora volvió. “Ahora podemos viajar cuando queramos y juntemos el dinerito”, dice.
Obama eliminó en abril la disposición del gobierno de George W. Bush, quien había restringido los viajes de cubano-estadounidenses a Cuba a uno cada tres años y las remesas sólo a padres, hijos o hermanos.
La Iglesia Católica, que pasa por un buen momento en sus relaciones con el Gobierno comunista de Cuba, no dejó pasar la novedad en su mensaje de Navidad, fiesta religiosa que había sido erradicada tras el triunfo de la revolución de 1959 y que fue autorizada tras la histórica visita del papa Juan Pablo II, en enero de 1998.
Ayer fue un día de alegría.