Estados Unidos pareciera que ha entrado en una carrera contrarreloj para finalmente encarrilar las
complejas relaciones con Cuba. Existen elementos que permiten considerar que la isla caribeña ha dejado de ser el exenemigo ideológico y de la Guerra Fría, para convertirse en una de las prioridades de la política exterior de EE.UU.
¿Por qué? Después del histórico anuncio que los gobiernos de Washington y de La Habana hicieran el pasado 17 de diciembre, para restablecer las relaciones diplomáticas, después de más de medio siglo de confrontación, se han dado pasos significativos.
Así, en enero pasado en la capital cubana, delegaciones de alto nivel de los dos Estados rompieron el hielo y se sentaron a dialogar. Una segunda ronda de negociaciones continuará en Washington, el 27 de febrero.
No obstante, la señal más significativa del ‘deshielo’ entre los dos países se encuentra en un proyecto de ley que fue presentado hace poco en el Capitolio de EE.UU.
La iniciativa en cuestión, que es impulsada por un grupo bipartidista de senadores estadounidenses, tiene un objetivo hasta hace poco impensado. Apunta a la terminación por completo del embargo comercial y económico impuesto por Estados Unidos en 1962 a la isla gobernada por los hermanos Castro desde 1959.
Es decir, finalmente se dan los primeros pasos para echar abajo un mecanismo inútil, que en realidad solo ha servido al castrismo para ‘justificar’ el fracaso de un modelo político anticuado.
“Más de 50 años de embargo no han asegurado nuestros intereses en Cuba y han desfavorecido a las empresas estadounidenses al restringir el comercio con un mercado de 11 millones de personas a tan solo 90 millas (150 kilómetros) de nuestras costas”, ha dicho la senadora demócrata Amy Klobuchar, la principal promotora de la propuesta.
En el mediano y largo plazos, queda por verse cuál será la incidencia en la isla (en todos los sentidos) del giro dado por Washington.