El regaño y el golpe aún se usan para la crianza de hijos en Ecuador

La psicóloga educativa Andrea El Malouf usa figuras humanas en terapias para niños maltratados. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

La psicóloga educativa Andrea El Malouf usa figuras humanas en terapias para niños maltratados. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

La psicóloga educativa Andrea El Malouf usa figuras humanas en terapias para niños maltratados. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Si el semáforo está en rojo, los carros deben parar o se desencadenaría un accidente. Esta es una regla vital para los conductores, pero la misma lógica se aconseja usar en el hogar. Padres e hijos tienen que cumplir las reglas acordadas, que son como señales de tránsito inquebrantables.

Esta recomendación es del psicólogo Wagner Villacís, quien explica que es necesario establecer normas claras desde edades tempranas.

La crianza de los hijos es un reto para los padres, algo que se recuerda cuando se conoce de casos de acoso y violencia en las aulas. Los padres más ‘modernos’ buscan dialogar con el niño para que reflexione sobre su mal accionar. Otros, en cambio, optan por los regaños, las nalgadas (golpes) y sanciones como encierros y baños de agua fría.

En el país predomina el regaño como forma de disciplinar. El 62% de niños, niñas y adolescentes son regañados cuando cometen alguna falta. Lo dice la encuesta Niñez y Adolescencia desde la Intergeneracionalidad, levantada en el 2015 por Plan Internacional, World Vision, Consejo Nacional para la Igualdad Intergeneracional y otros.

Este indicador bajó nueve puntos porcentuales respecto del 2010. En la investigación también se señala que 33% de niños, niñas y adolescentes dijo haber sido golpeado por sus padres cuando cometen una falta o no ‘obedecen’. Esta cifra también cayó ocho puntos desde el 2010.

La encuesta se hizo en 23 de las 24 provincias del país, excepto Galápagos. En total participaron unas 4 000 familias. De ellas, 3 010 están en la zona urbana y 989, en la rural. Así lo destacó Nicolás Reyes, secretario técnico del Consejo Nacional para la Igualdad Intergeneracional.

La psicóloga educativa Cristina Peñafiel ha conocido de casos de maltrato físico a menores de edad, por su trabajo en un plantel público.
Una madre -recuerda- golpeaba muy fuerte a su pequeño, por lo que huyó de casa.

Afortunadamente, el chico de 11 años no ha desarrollado otro tipo de problemas emocionales producto de los golpes. Al contrario –cuenta Peñafiel– es maduro, independiente y buen estudiante.

Esto no ocurrió con Karla (nombre protegido), quien fue maltratada desde pequeña. Ella -dice la experta- recibe terapia, ya que los golpes le provocaron ansiedad e incluso se autolastima. Por eso trabaja con la chica de 15 años, quien se volvió introvertida.

Lo usual, alerta Reyes, es que el castigo físico deje secuelas en los niños. “Si el maltrato ocurre desde tempranas edades, puede afectar el 80% de la capacidad de aprender y de interactuar entre pares”.

En la región, solo en 10 países se prohíbe el castigo físico. Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela tienen una legislación específica, que sanciona el castigo corporal.

En Ecuador aún se lo permite, pese a que el Comité de los Derechos del Niño de ONU instó en el 2017 al Estado para que acelerara la aprobación del proyecto de Ley para una infancia y una adolescencia libres de castigos físicos y tratos degradantes a los chicos.

La idea es penalizar los castigos corporales en todos los entornos, incluido el hogar. En contraposición al uso de violencia se recomienda una crianza con ternura.

En la encuesta se destaca el diálogo entre padres e hijos como una forma de enfrentar los problemas en el hogar.

En el 2015, el 41% de niños consultados dijo que sus padres usan ese método. Es 10 puntos más que en el 2010.

En este grupo está Andrea Sanabria, de 31 años. El último berrinche de su hijo Rafael ocurrió en la puerta de un centro comercial. El niño de 5 años gritaba y se negaba a ingresar. Ella tomó de la mano al niño y lo sacó del lugar. No lo hizo con violencia, pero fue firme. Le aclaró que ese no era el espacio para hacer una pataleta. Suele ser una respuesta ante la frustración de no conseguir algo deseado.

La reacción de Sanabria fue acertada frente a esas situaciones, destaca la psicóloga educativa Andrea El Malouf. Ella es especialista en apego seguro y trabajo familiar.

La idea es que los padres enseñen al niño lo que puede hacer y lo que no. Es decir, encontrar un equilibrio entre la autoridad y la sensibilidad.

Para El Malouf, los padres deben mostrarse como figuras de respaldo y trazar lineamientos para la crianza del niño o niña, por lo que es importante que no se contradigan frente a ellos. Esta labor es de todos quienes se encargan del cuidado de los pequeños, como abuelos o tíos.

La consigna de Tania Rueda, madre de dos niños de 5 y 2 años, es aprender más sobre su responsabilidad como madre, y eso significa educar con ejemplo, respeto y amor. “Procuramos ser padres emocionalmente equilibrados, equiparando responsabilidades y haciéndonos cargo de nuestros errores”.

Los casos de violencia, como el fallecimiento de Brithany (Guayaquil), que pudo ser producto de una agresión de compañeros de aula, generan preguntas sobre cómo son tratados en sus hogares.

La ministra de Inclusión Económica y Social, Berenice Cordero, comentó que “algo malo está pasando en el país. Está linda la infraestructura y las carreteras, pero si no cambiamos a una cultura de paz, de respeto a los niños, se va a seguir reproduciendo e incrementando la violencia”.

El psicólogo Villacís insiste en que en la crianza, como en el tránsito, hay que respetar las reglas. Él y las otras dos profesionales consultadas dicen que compartir el tiempo, dar afecto y dejar claros los límites son necesarios para una sana relación en el hogar.

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