Los creyentes salieron felices y conmovidos después de la misa papal

Sebastián Cuzco salió conmovido tras la misa papal. Foto: El Comercio

Sebastián Cuzco salió conmovido tras la misa papal. Foto: El Comercio

Sebastián Cuzco salió conmovido tras la misa papal. Foto: El Comercio

La presencia del papa Francisco, sumada a la participación de miles de creyentes católicos, creó una atmósfera especial en el parque Bicentenario. De eso dio fe el riobambeño Sebastián Cuzco, quien estaba conmovido después de la misa campal realizada la mañana de este 7 de julio.

El estudiante de Ingeniería Civil pasó con la cabeza agachada y con dos cruces en las manos en los minutos finales de la celebración que ofreció el Pontífice en el exaeropuerto de Quito, ante más de un millón de creyentes, según se anunció por los altoparlantes.

"Siento una inmensa paz porque Dios nos habla al corazón por medio de nuestros Santo Padre. Nuestro Papa dijo algo muy hermoso. Hay que darnos a todo el mundo. Hay que donarnos", dijo visiblemente conmovido el devoto de 18 años que fue voluntario en la visita papal.

"Aguantamos frío, lluvia, solo dormimos dos horas y media, pero logramos colaborar", dijo el devoto que pertenece al grupo Lazos de Amor Mariano. "Me voy con una satisfacción de que he sido tocado por Dios y de que me siento amado por Él", añadió el joven voluntario.

Con la presencia del papa Francisco los fieles llegaron a sentir que sus sentimientos los desbordaban. Por eso se observaron lágrimas, manos levantas al cielo y hasta cantos y bailes de felicidad.

Precisamente después de finalizada la misa, cuando miles de personas empezaron a dejar el recinto, decenas de grupos se reunieron para sus oraciones finales. Una de las agrupaciones más alegres, que llamaba la atención por sus sonrisas y hasta por sus bailes, fue el que reunió a voluntarios y a decenas novicios de la Conferencia Ecuatoriana de Religiosos y Religiosas.

Entre los voluntarios estuvo Marina Quito, del movimiento Juan XIII, quien llegó a sentir la presencia de Jesús. Ella preparó el altar, dio la comunión a los fieles y colaboró con trabajos de logística. Esas ocupaciones no la dejaron ver al Papa cuando pasó en el papamóvil. "Todo fue maravilloso aunque no pude ver al Santo Padre, pero los sentí y sentí la presencia de Jesús. Creo que le va a dejar mucha paz a muestro país", dijo la señora de 56 años.

En el grupo también estuvieron novicias y novicios de diferentes congregaciones. Dominicas, capuchinos, franciscanas, misioneros del Sagrado Corazón y muchos otros se juntaron para celebrar la presencia del Papa en Quito. Con sus hábitos y faldas largas, muchos de ellos bailaban y sonreían.

"A veces piensan que somos raros y no hacemos nada, pero en realidad somos muy alegres. Cuando nos juntamos bailamos, cantamos, como cualquier otra persona, con la diferencia que nuestro corazón está puesto en Jesús y, a partir de eso, surge toda nuestra alegría", explicó la novicia

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