Bruce M. Hood, un psicólogo cognitivo miembro de la junta del Centro de Desarrollo Cognitivo del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Bristol, investigador de la Universidad de Cambridge, científico invitado por la universidad de MIT y profesor invitado en Harvard, ha publicado un libro que examina las formas en las que los humanos entendemos lo sobrenatural, se trata de una prolija investigación sobre qué es lo que nos hace creer en lo increíble. Revista FAMILIA ha tenido acceso al mismo gracias a Editorial NORMA, a cargo en nuestro país de su distribución y comercialización y queremos compartir con nuestros lectores algunos aspectos sumamente interesantes que hacen parte de esta obra.
El libro trata, según su propio autor, del origen de las creencias sobrenaturales, por qué son tan comunes y por qué es tan difícil deshacernos de ellas.
“Yo creo que la respuesta a todas estas preguntas está en la naturaleza humana y, concretamente, en el desarrollo de la mente infantil. Los humanos tenemos una inclinación natural hacia las creencias sobrenaturales. Muchos individuos inteligentes cultos experimentan una sensación poderosa de que hay estructuras, pautas, fuerzas ye energías que actúan en el mundo y que no negadas por la ciencia porque están más allá de los límites de los fenómenos naturales que entendemos actualmente. Lo que es más importante aún, no hay pruebas confiables que corroboren dichas experiencias, razón por la cual son sobrenaturales y acientíficas. Nuestro supersentido es la tendencia o inclinación a creer que son reales”, dice el doctor Hood.
Añade que existen aquellos que sostienen que el origen más evidente de las creencias sobrenaturales está en los distintos tipos de religión, desde las ideologías tradicionales alas diversas formas del misticismo nueva-era que apelan a dioses, ángeles, demonios, fantasmas o espíritus. ¿Por qué los humanos estamos tan dispuestos a considerar la posibilidad de lo sobrenatural? La respuesta que da el autor es que la mayoría de las personas creen en lo sobrenatural porque piensan que han experimentado acontecimientos sobrenaturales en persona o han oído testimonios fidedignos de gente confiable. “Yo plantearía que tendemos a interpretar nuestras experiencias o o que nos cuentan otras personas dentro de un marco sobrenatural porque es un marco intuitivamente atractivo. Es un marco que concuerda con nuestra idea de que en el mundo actúan toda clase de pautas y mecanismos ocultos. Si esto es cierto, entonces tenemos que preguntarnos de dónde viene este supersentido”, anota el autor.
Leer la mente
“Uno de loso poderes sobrenaturales que siempre he creído que podría sernos útil es la capacidad de leer los pensamientos de los demás. Imagine lo divertido que sería saber lo que piensan realmente los unos de los otros…”, así inicia uno de los capítulos de este libro en el que su autor afirma que todos podemos leer la mente hasta cierto grado, aclarando que no se refiere a la telepatía ni a la fusión de mentes que pertenecen al mundo de la ficción sino al instinto que nos lleva a tratar de descubrir o que piensan los demás. “Nuestra capacidad para leer la mente es intuitiva. Nadie nos la enseña y empezamos a usarla incluso antes de hablar. Como el lenguaje, es una de las cosas que nos hace humanos. Y lo es porque comprender otras mentes es fundamental para nuestras interrelaciones… Nuestra lectura de la mente comienza por las caras, especialmente los ojos. ¿Qué tienen en común las supermodelos como Naomi Campbell y Kate Moss, los personajes de los dibujos animados japoneses y los bebés? Pues unos ojos inmensos. Una de las razones por las que las supermodelos y los personajes de los dibujos manga nos resultan tan encantadores es porque nos recuerdan a los bebés. Eso se conoce como el “esquema-bebé” y radica, sencillamente, en la atracción producida por los rasgos característicos del bebé, como el enorme tamaño de los ojos en relación con una cabeza grande en un cuerpo pequeño”, es parte del análisis del científico en el capítulo sobre la lectura de la mente y, más tarde añade que aunque pueden ser las caras las primeras figuras que llaman nuestra atención, es la experiencia emocional durante los momentos íntimos que compartimos con las personas cercanas lo que crea una sensación intangible de conexión.
“Las madres no pueden evitar compenetrarse con sus bebés porque la naturaleza les ha dado, disimuladamente, un cóctel de hormonas que forja un vinculo apasionado. Los padres también lo sienten, pero en el fondo, la naturaleza pretendía que fuese una cuestión entre la madre y el bebé.
Las madres no tienen alternativa, pues sus cuerpos están anegados de mensajes químicos que controlan sus emociones y conductas”, explica Hood y explica que en toda esta maquinaria cerebral dedica a las caras se puede, por ejemplo y pensando en lo sobrenatural, ver una explicación de por qué estamos programados para ver rostros cuando no los hay ya menudo en los lugares más inesperados. “Las apariciones que parecen caras pueden encontrarse fácilmente tanto en objetos naturales como artificiales. Las rocas, los árboles nudosos y hasta los escarabajos Volkswagen pueden dar la sensación de tener un rostro. Puesto que las caras son tan importantes, tendemos a tratar sus apariciones como un buen agüero, como algo más que una simple coincidencia… Si estamos en un bosque y de repente vemos lo que pareciera ser un rostro, es mejor suponer que lo es en vez de hacer caso omiso de ello. Podría ser alguien que nos está siguiendo. El ver rostros nos lleva a deducir la presencia de otra mente. Y esa mente puede tener malas intenciones para con nosotros. ¿Por qué otra razón se escondería entre las sombras? Esta tendencia podrías ser sencillamente uno de los mecanismos que secundan la idea de la existencia de agentes sobrenaturales en el mundo. Y esto explicaría por qué las apariciones de rostros suelen tomarse como pruebas de la actividad sobrenatural”, según Hood.
Sin lugar a dudas se trata de un trabajo muy bien investigado y de un análisis serio que con seguridad conseguirá el objetivo fundamental de un proyecto editorial de esta naturaleza: poner sobre el tapete una discusión profunda y muy interesante que ha estado allí, sobre la mesa, por siglos.