Para festejar el triunfo del sí, los primos Al y Varados organizaron una Corrida de la Prensa en la plaza de Quito, expropiada a Citotusa S.A. Fijaron el Día del Padre para tan ingenioso espectáculo. Con ello, simbolizaban a plenitud la gran victoria del Padre de casi todos.
La tele oficial exhibió el cartel diseñado en el Ministerio de Érica Silva. “Gran Corrida de la Prensa. Seis toros de las ganaderías Calderón, Zurita, Ortiz García, Palacios, Pérez Barriga y Mantilla Anderson, para el diestro Rafael, El Altanero del Salado, triunfador de la Feria de Jesús ¡Qué Gran Joder!”.
Los graderíos de la ex plaza, hoy Coliseo Gadafi, estuvieron repletos de aficionados al poderoso toreo de El Altanero. Los palcos, repletos de funcionarios de veinte y tantos ministerios. El tendido alto, lleno de asambleístas, jueces y fiscales. En el tendido bajo, aficionados de Cuba, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Siria y Nigeria. En contrabarrera, sombreros andaluces, claveles, chorritos de manzanilla en botas de Sabanilla de Algar del Campo y Liebre, familias del Círculo Rosa y altos burócratas que dirigieron la campaña del sí. La barrera albergaba a la madre, al hermano y los primos del Matador. Presidía la corrida Su Excelencia el señor vicepresidente de la República asesorado por expertos del Cornadis o Consejo Nacional de Repetidas Discapacidades. En la puerta de cuadrillas, los flamantes miembros del Consejo de Regulación de Medios. En toriles, los toros bravos Juan Carlos, Cristian, Jorge, Emilio, Carlos Universi y Jaime El Brasileiro. Para el arrastre de los toros despachados, el Fiscal y sus subalternos. En el Patio de Caballos, por falta de espacio, se había ordenado colocar a miembros de la prensa, radio y TV oficiales. Y en los corrales, los policías del 30 de septiembre y a los de Wikileaks.
El picador Fernando Alvarado puyó al primero, Juan Carlos, de la ganadería Vanguardia, un cárdeno bien puesto de pitones y 700 kilos de peso. Picó tres veces, pero el cárdeno no se vino abajo. Con el segundo, se lució el banderillero Alexis Mera. Los rehiletes son su plato fuerte gracias a la flexibilidad de la asombrosa cintura a lo Shakira. Adornó muy bien al torito Cristian de las dehesas de El Expreso, un encrespado ensabanado de 480 kilos que embestía con nobleza.
El Atorrante del Salado destapó con el tercero el tarro de sus esencias. Jorge, de la ganadería de Ortiz García, un negro bragado meano, de solo 500 kg, astifino, de singular trapío. Supo aprovechar el largo recorrido del toro y desarrolló su particular tauromaquia con un toreo vertical y desmayado que caló en los asistentes. Todo está escrito. A la hora de matar, fijó a Jorge, marcó los 3 tiempos y logró una estocada a fondo. A la vez el toro levantó la cabeza y clavó el cuerno izquierdo en pleno corazón del diestro. “Dios no muere”, dijo al exhalar en la arena su postrer suspiro.