Mientras, en nuestro país, los temas domésticos tienen ocupado a la opinión, el mundo discute la forma como las economías más grandes, las emergentes y las menos desarrolladas deben enfocar sus esfuerzos por el futuro de nuestro planeta y este siga siendo el hogar de las futuras generaciones.
La Cumbre de Copenhague es la esperanza para saber cómo las grandes potencias económicas volcarían sus esfuerzos en función de un mundo sostenible con el ambiente, sobre todo cuando en dos años más el protocolo de Kioto-PDK llegue a su fin. El post Kioto es lo que discutirá en esta cita.
Algunos mecanismos que se desprendieron de Protocolo de Kioto, como la promoción con Mecanismos de Desarrollo Limpio MDL, fueron herramientas para combatir la emisión de gases, lamentablemente esta herramienta está sujeta a engorrosos trámites burocráticos, limitando así la cantidad de proyectos que se acogen a este beneficio. En Latinoamérica hay ejemplos de proyectos calificados como MDL, así la Joya en Costa Rica o Ecolectric-Valdez en Ecuador.
Sin duda que el PDK deja a las economías más desarrolladas con tarea por realizar, y uno de los temas que debe ser fomentado, si queremos que los países menos desarrollados contribuyan a un mundo sostenible, es que exista una transferencia tecnológica generosa que permita una explotación más eficiente de los recursos.
Se requiere una fuerte inversión para abaratar costos, y estos en su mayor parte deberían ser asumidos por quienes tienen los recursos.
Si bien el reconocimiento económico puede ser un incentivo, es necesaria -y estimo más importante- la transferencia del conocimiento.
Un mundo más justo y menos contaminado, sólo se lo podrá alcanzar si todos ponemos de nuestra parte; los retos son grandes para quienes en Copenhague pueden encender una luz de esperanza al mundo.
Roberto Carrión Cevallos