Parece absurdo creer que en un Estado democrático, se pretenda coartar la libertad de expresión inclusive sometiéndola a juzgamiento administrativo de un Consejo integrado, en la mayoría, por el Poder político. Si en verdad la guía ideológica fuese el General Eloy Alfaro, tendrían en cuenta que el Código Penal promulgado por ese Líder, el 26 de mayo de 1906, introdujo una norma con este texto: “Art.137.-La autoridad que, por medios arbitrarios o violentos, coartaren la facultad de expresar libremente el pensamiento, será castigada con prisión de uno a cinco años, e interdicción de los derechos políticos por un tiempo igual al de la condena”.
Esta norma jurídica, producto de la revolución liberal, debería iluminar el sendero de quienes invocan su nombre en la acción política; recordarían que la Constitución aprobada por ellos, en el Art.66 dispone: “Se reconoce y garantizará a las personas ‘5” “El derecho a opinar y expresar su pensamiento libremente y en todas sus formas y manifestaciones”. En el Capítulo intitulado “Derechos de Libertad” consta el Art.20: “El Estado garantizará la cláusula de conciencia a toda persona, y el secreto profesional y la reserva de la fuente a quienes informen, emitan sus opiniones a través de los medios u otras formas de comunicación, o laboren en cualquier actividad de comunicación”.
Los empeñados en imponer controles -verdadera mordaza- a la libre expresión, deben recordar que la Humanidad ha obtenido progresos invaluables desde que Johannes Gutemberg (1397-1468) inventó la imprenta. Hasta 64 años antes, en nuestro Ecuador los trabajos de imprenta se realizaban con un sistema de letras del alfabeto, fundidas en metal; y los “cajistas” de las imprentas tenían el trabajo de colocar una letra junto a otra para formar palabras; y con las palabras, líneas de texto que, juntas, formaban una página. Hacia 1827 David Bruce inventó el linotipo, máquina que reemplazó al humano en la producción de las letras para producir líneas de metal llamadas lingotes, hasta completar una página para imprimir. Luego aparecieron los composers, seguidos de los ordenadores que ya utilizaron la computadora. Hoy estamos deslumbrados porque la comunicación de masas cuenta con la prensa digital; y la multimedia con radio difusión, cinematografía, televisión y el milagro de la internet servida con satélites.
En buena cantidad de los jóvenes políticos advenidos al Poder últimamente, no hay concordancia entre los principios que se predican y lo que quieren consumar. El último esfuerzo, introducido con un veto al proyecto de la Ley de Comunicación, pretende que los medios rindan cuentas anuales ante un Consejo ad-hoc, adicto al Gobierno. Como en el caso de Teleamazonas, inventarían “reglamentos” con sanciones administrativas que incluyan hasta la clausura.