Venezolanos se movilizaron en Guayaquil para expresar su opinión en las urnas. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
La fila era extensa pero la música llanera los animaba. La votación fue rápida, pero el ambiente que les recordaba a su natal Caracas, Maracay, La Guaira y otros rincones de su tierra, los obligó a quedarse por unas horas en los exteriores de una cancha en el norte de Guayaquil, recordando.
En ese lugar se instalaron seis mesas electorales para la Consulta Popular, liderada por la oposición venezolana. El plebiscito busca frenar la Asamblea Nacional Constituyente que propone el presidente Nicolás Maduro para el próximo 30 de julio.
En Guayaquil, el proceso comenzó a las 08:00 y concluirá a las 17:00 de este domingo 16 de julio del 2017, el 16J, como lo denominan. Dos horas más tarde del arranque ya se habían acercado unos 900 venezolanos (se calcula que 6 000 viven en el Puerto Principal).
Tres organizaciones estuvieron al frente. El caraqueño Andrew Castro lidera la asociación civil Mueve, que presta ayuda a los compatriotas a su arribo.
Castro explica que se contactaron con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que encabeza la oposición para que les asignaran un código. Luego, armaron las papeletas. “Imprimimos 3 500, pero hay mucha gente. Así que también tenemos impresora y computadora para hacer más, si es necesario”.
Castro llegó hace un año y medio y ve en la consulta una oportunidad para cambiar la situación política de su país. “Tendrá un impacto internacional y quedará reflejada la voluntad del pueblo. La gente sale más desesperada porque allá la situación el grave, porque no se consigue comida ni medicinas”, cuenta.
Quienes se acercaban a votar solo entregaban su cédula o pasaporte. De inmediato recibían una boleta con tres interrogantes: ¿Rechaza y desconoce la realización de una Constituyente propuesta sin la aprobación previa del pueblo de Venezuela?; ¿Demanda a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana obedecer y defender la Constitución del año 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional?; y ¿Aprueba la renovación de los poderes públicos, así como la realización de elecciones libres y la conformación de un gobierno de unión nacional?
La MUD promueve el Sí en esas tres preguntas. Los votantes en Guayaquil marcaban el papel con rapidez, lo depositaban en la urna cartón y firmaban un acta donde constaban sus nombres. También dejaron la huella de su pulgar con tinta azul y hundieron el meñique en tinta negra, como seña del proceso.
A la salida, elevaban ese dedo como señal de victoria. Algunos flameaban la bandera de estrellas y se fotografiaban con carteles que advertían al gobierno venezolano: ‘Tú hora está cerca’.
Otros no se despegaban de sus celulares. Hacían fotos, videos y se contactaban con sus allegados para monitorear la consulta.
Los votantes llegaron equipados con la vinotinto, con camisetas de sus equipos de béisbol. Algunos vestían de negro o se arropaban con la bandera tricolor.
La camisa de Rodolfo era negra y en ella se podía leer: Orquesta Sinfónica Juvenil de Venezuela. Era parte del grupo que arreglaba las partituras de los músicos en los atriles, por lo que ganaba USD 30 al mes. “Ya no podía vivir con eso. Me vine hace cinco meses”, recuerda. Su primer trabajo al llegar fue en una lavadora de autos.
Duglemi cree que tuvo suerte. Esta profesora de primaria salió de Venezuela cuando cerraron el colegio privado donde laboraba, en La Guaira. “El gobierno lo cerró porque el terreno era de empresas Polar”.
Hace cinco meses partió sin un plan en mente, pero rápidamente encontró empleo en una escuela particular de Durán, cerca de Guayaquil. Así logró traer a toda su familia.
La fila cada vez era más larga. Partía de la entrada a la cancha, recorría una calle, atravesaba un parque y terminaba en la calle de la otra cuadra. En la espera, era común escuchar conversaciones el cambio drástico que les tocó vivir al llegar a Ecuador.
Administradores que ahora venden donas, maestros que se convirtieron en vendedores ambulantes, abogados que encontraron sustento en mecánicas. Otros, simplemente, seguirán su camino al sur, hacia Perú y Chile.
“Queremos un cambio. Pasamos de ser el primer país de la región al último lugar. Estamos solos, ningún país nos ha apoyado. Entonces, el cambio tiene que nacer de los mismos venezolanos”, dice la maestra venezolana.