El presidente Lenín Moreno (centro) junto a la vicepresidenta María Alejandra Vicuña y José Serrano, presidente de la Asamblea Nacional, en el palacio de Carondelet tras conocer los primeros resultados de la consulta del 4 de febrero del 2018. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
En la historia política reciente del Ecuador no se registra un resultado electoral que haya dejado tantos ganadores -y de tan distinto signo político– como el del domingo 4.
No solo el convocante del referendo y consulta, el presidente Lenín Moreno, se siente dueño y responsable del resultado. El expresidente Rafael Correa, pese a haber sido el principal blanco político al impedirse su reelección, se declara también triunfador.
En medio del amplio listado de triunfadores están los líderes de la mayoría de agrupaciones que participaron en la campaña, y desde luego las organizaciones sociales que impulsaron el voto por una pregunta específica. ¿Qué hay detrás de esta apreciación?
Para ser precisos, hay que recordar que los resultados toman en cuenta solo los votos válidos (por el sí y el no) y dejan de lado los nulos y blancos, que en esta ocasión se aproximaron al 10%, dependiendo de la pregunta. Este porcentaje debe restarse de los sufragios totales del domingo, que alcanzaron el 82,1%, pues hubo un ausentismo del 17,9%.
Entonces, un 74% de apoyo al sí, por ejemplo en las preguntas 1 y 4, significa en verdad el apoyo de algo más del 60% del total de electores. Y un 36% de apoyo al no en preguntas como la 2, 3 y 6, el 30% del total de electores.
Correa sabe que es una cifra importante pero insuficiente para rehacer una carrera política, pues no cuenta con la estructura que perdió como resultado de la división en AP. Peor todavía cuando ya no podrá ser presidenciable.
Es un ‘triunfo’ cuesta arriba, sobre todo si se suma el hecho de que la política alrededor del correísmo empieza y termina en Correa. Esa es historia harto conocida en todos los movimientos que giran en torno a una sola figura.
En el caso de Moreno, los resultados lo relegitiman tras su decisión de distanciarse del líder del movimiento que ganó las elecciones presidenciales pasadas, pero el triunfo en la consulta no es un capital político de libre disponibilidad.
Dada su necesidad de popularidad, se muestra dispuesto a convertir el traspié de Manabí en una oportunidad. Pero, de cara al país, tiene un reto más grande: demostrar que su apuesta de resolver primero la política y postergar la economía era acertada, y que hay el tiempo y la decisión para marcar un derrotero claro.
Pero Moreno no solo depende de sus propias acciones (cambios ministeriales, decisiones claras en política económica) sino de varios actores en la Asamblea, pues los votos que captó después de la ruptura interna no son suficientes.
Algunas reformas emanadas del referendo y consulta tienen mayor complejidad que otras. Un capítulo aparte es la creación del Consejo transitorio de Participación Ciudadana y Control Social, que podrá ser integrado definitivamente recién el próximo año.
Moreno dijo ayer que enviará la reforma respectiva a la Asamblea, al igual que la que se refiere a la eliminación de la Ley de Plusvalía. La Legislatura ofrece obrar con agilidad, y seguramente las organizaciones sociales que se alinearon detrás de algunos temas vigilarán el cumplimiento.
En las mayorías móviles que funcionarán en la Asamblea entran en juego figuras de la oposición que esperan un rumbo específico en la economía y en la institucionalidad. Estos otros ganadores de la consulta del domingo apuntan a seguir actuando en la política nacional y local, y la próxima parada son los comicios seccionales del próximo año.
Hay otros ganadores: los personajes que aprovecharon la campaña para posicionar a sus nuevos movimientos. La centro izquierda es uno de los espacios más apetecidos.
La consulta en la que todos son ganadores se explica como un acto electoral que legitima el reacomodo de viejas y nuevas fuerzas ante un evidente nuevo momento político. Y, en ese sentido, el país también puede declararse ganador.