Conspiración

El hombre sale expulsado, vuela y cae al pavimento de espaldas, como un monigote famélico, luego del empujón propinado por un antimotines con uno de esos escudos en los cuales reza que su timonel -aunque se encuentra forrado en una armadura y está entrenado por el Estado para usar la fuerza- es una persona con familia.

“Soy policía e hijo también”, “y tío también” “y padre también”, etc. Las frases están escritas en los escudos policiales de las manifestaciones de Quito. Por supuesto, en un Estado de Derecho es inconcebible pretender que los policías sean unos personajes inmunes a los bates de hierro y madera; a los empujones, patadas, puñetazos, escupitajos, insultos; o creer que merecen ser agredidos.

Pero igual es inaceptable que el poder, que difunde bien la defensa de la democracia, pase por alto el exceso de las fuerzas del Estado y ensalce las manifestaciones de violencia, injustificables por supuesto, de quienes en la coyuntura transitan por la orilla rival.

En la propaganda de mediados del siglo pasado, esa expresión política fue considerada el principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque.

Las protestas del jueves 2 de julio dejaron policías heridos por manifestantes agresivos, pero también civiles lesionados por agentes violentos. Hay que mirar las imágenes del canal internacional NTN24. Es escalofriante ver volar a un ciudadano. Sí, ya no se disparan bombas lacrimógenas, pero se usa gas pimienta, cámaras para filmar, toletazos, puntapiés y caballos para arrojarlos sobre los manifestantes. El jueves, una periodista de EL COMERCIO fue pateada por un antimotines.

La violencia es intolerable. Pasar por alto la engendrada desde lo público es un peligro. Ya no es la mitad del siglo XX. Propagar solo mensajes acusatorios genera agresión. El discurso de fractura que bulle en redes sociales, con usuarios pintados de banderas negras y otros de tricolor, ya salió a la calle. Es hora de parar, de lado y lado, porque esta división de ecuatorianos es una conspiración contra el país.

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