La conquista de América se basó en una célebre tríada: espada, Biblia y pluma fueron inseparables. Soldado, cura y escribano impusieron la civilización europea: el primero se encargó del control de la explotación, el segundo se encargó del control de las almas y el último del control de la información.
Para el imperio español, la simple utilización de la fuerza no tenía sentido ni perspectivas en su afán por perennizar el dominio colonial. La superioridad cultural (lengua y religión) y el conocimiento encriptado (escritura) eran más útiles para el largo plazo. Así, la conquista española dejó sentados los principios de la estrategia empresarial capitalista.
¿Qué ha cambiado en estos 500 años? En esencia, muy poco, a no ser por la suplantación de los instrumentos: la rudimentaria técnica de la espada y el arcabuz ha sido reemplazada por la sofisticada tecnología industrial, el cura ha sido reemplazado por los medios de comunicación y el escribano por el científico especializado.
La eventual explotación petrolera del Yasuní reproduce, en menor escala, este viejo esquema. Los soldados de las empresas petroleras, encargados de extraer la riqueza en bruto, desbrozarán el campo para la investigación al más alto nivel de la biodiversidad de la zona. Según el director de la Estación Científica Yasuní, el parque constituye un verdadero banco de ADN.
Es precisamente esta información, y no la explotación de hidrocarburos, la que asegura al capital transnacional una rentabilidad infinita y un dominio ilimitado sobre la economía mundial. Se trata del conocimiento cifrado por los modernos escribanos de laboratorio; es la escritura clásica sustituida por el enigmático lenguaje -inalcanzable para los países pobres- de la biología genética y molecular. Y el discurso soberano oficial no dice nada a propósito de esta invalorable riqueza.
El triángulo de la conquista queda completo con las intensivas campañas de información de la industria petrolera, que buscan convencernos de la inocuidad de la extracción del petróleo si se sujeta a controles ambientales.
El antiguo trabajo religioso sobre las almas se actualiza en forma de influencia mediática sobre las conciencias. Con magistral sutileza, el discurso proyecta la imagen de superioridad de una visión “moderna” de desarrollo frente a una visión “atrasada” de desarrollo, una concepción pragmática de la producción frente a una concepción “utópica” de la conservación. ¡La obra pública y la infraestructura física como paradigmas del buen vivir!
Resulta penoso, por decir lo menos, que esta estrategia de propaganda, muy bien montada a nivel planetario por las gigantescas corporaciones petroleras y mineras, haya encontrado fervientes acólitos entre nuestras autoridades.
Columnista invitado