La presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, Tibisay Lucena, ha activado en estos días la suerte de ‘bomba de tiempo’ con efecto retardado que pudieran ser los comicios legislativos en la República Bolivariana.
La elección, fijada para el 6 de diciembre después de una dilatada incertidumbre, debe entenderse como una carrera de obstáculos a través de un ‘campo minado’. En la meta se halla la citada ‘bomba de tiempo’. ¿Por qué? Por muchos factores, aunque dos son los más inquietantes. Uno: el CNE está controlado por el oficialismo y su cabeza, llamada ‘Tibi’, es una ficha muy funcional del chavismo.
Realicé el cubrimiento de las presidenciales venezolanas en el 2012, que ganó Hugo Chávez, entonces ya afectado por un cáncer terminal, y en el 2013. En estas últimas hubo dudas (que persisten) en torno a la ‘victoria’ de Nicolás Maduro. Es más: un ministro chavista informó primero, antes que el CNE, del ‘triunfo’ del sucesor del finado comandante.
Y dos: hay otro detalle -léase posible detonante- que vale tener presente: Maduro, quien ha dilapidado por completo el capital político que heredó de su mentor -al punto de sumir a su país en la ruina-, ya ha dicho que sacará a sus partidarios “para defender la revolución”, en caso de un triunfo de la oposición. Así lo ha señalado cuando un sondeo de la consultora Hercon advierte que el 80,5% de los venezolanos consultados cree que los antichavistas se impondrán en los comicios para renovar la Asamblea Nacional.
El régimen chavista, que controla todos los resortes del poder en la Patria del Libertador Simón Bolívar, tiene las facultades para desactivar el escenario de posible violencia, que en ningún caso es deseable. De paso, también dispone de la oportunidad histórica de detener ‘la bomba de tiempo’ con un mecanismo de efecto retardado que ‘Tibi’ acaba de echar a andar. O, en su defecto, ¿deseará correr el riesgo de aplicar la frase patentada por el dictador soviético Stalin: ‘Los que emiten los votos no deciden nada; los que cuentan los votos lo deciden todo’? Ojalá que no.