El comercio descendió por completo en Guayllabamba, al norte de Quito
Comerciantes Guayllabamba
Los habitantes de Guayllabamba quedaron, este sábado, 23 de agosto, a la espera de una respuesta del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Ellos buscan que la Secretaría de Estado defina una ruta alterna, para superar el cierre de un tramo de la Panamericana Norte.
La llegada de la ministra Paola Carvajal y de otros funcionarios, desde este sábado a las 06:00, generó expectativas. El objetivo del recorrido era evaluar tres opciones de vías alternas. Unos 20 pobladores acompañaron a la delegación oficial en el desplazamiento.
A las 11:00, cuando los dirigentes daban a conocer lo sucedido, un grupo nutrido de habitantes se percató que la Ministra y su comitiva estaban saliendo de un restaurante.
Entre gritos pidieron que se habilite una vía y que se declare la emergencia. Tres vehículos lograron esquivar a la gente. Un cuarto se detuvo y de este descendió el viceministro Miguel Ángel Arregui, para hablar con el grupo de personas.
En ese momento,confirmó que las tres vías no serán habilitadas porque existe riesgo de paso. Además, que recorrería una cuarta opción de vía y que se pronunciaría en la tarde.
En cuanto a los trabajos en la Panamericana, anunció que el lunes llegará maquinaria pesada (40 equipos) para agilitar los trabajos. Dijo que moverán alrededor de 8 millones de metros cúbicos de tierra para lograr estabilizar la zona.
La economía afectada
La tierra del aguacate y de la chirimoya; la tierra de la gente que no quiere volverse un pueblo fantasma. Guayllabamba, donde viven 18 000 personas, guarda una especie de luto desde la semana pasada, cuando iniciaron los temblores.
El movimiento de la tierra no solo cuarteó varias casas y desmoronó laderas, también alejó a los clientes. Sin visitantes no hay ventas, y sin ventas el 35% de la población se afecta.
Por eso, la desesperación de la gente al enterarse que la Panamericana, vía principal que une Quito con Guayllabamba, se cerrará por seis meses. Antes, llegar desde la capital hasta este sitio tomaba 18 minutos. Estos días, un auto particular demora más de hora y media.
Estos días, el poblado está casi vacío. La mayor parte de los 100 locales de venta de comida de la parroquia está cerrada. Desde hace 10 días, Guayllabamba dejó de ser el lugar de paso donde se alimentaban quienes viajaban a las provincias del norte. Ningún carro ajeno al pueblo ha llegado en esta semana. El domingo pasado, los restaurantes debieron botar la comida. En locales pequeños, como la hueca de María Armijos, o grandes como El Riobambeñito, de Jorge Almachi, la comida se desperdició. La fritada, el locro y los choclos fueron a parar a la basura. Almachi, quien da trabajo a 12 personas, despachaba el fin de semana más de 500 platos. El domingo pasado vendió 20.
Los alimentos preparados no fueron los únicos que se echaron a perder. Los aguacates y las chirimoyas se negrearon y se llenaron de gusanos.
En el pueblo hay más de 250 comerciantes que se dedican a la venta de frutas en la calle. A lo largo de la Panamericana (por donde pasaban entre 15 000 y 20 000 vehículos al día), las vendedoras solían mostrar los frutos a los visitantes. Ahora, eso no ocurre. Griselda Flores, de 60 años, abre una fruta y su interior está podrido. Ella pertenece a la Asociación San Francisco, una de las tres que operan en el lugar. Antes del primer sismo, vendía a la semana unos USD 800. En los últimos 10 días no vendió nada. La calle vacía y unos aguacates secos en un canasto, dan fe de su pérdida.
Ella botó más de 450 aguacates y unas 600 chirimoyas.
Algunos vecinos y vendedores, al notar la presencia de un medio de comunicación, se aglomeran y la desesperación sale a flote. ¡Por Dios, no nos aíslen!, ¡de qué vamos a vivir!, ¡con qué vamos a comprar los libros para nuestros hijos!, se escucha entre el gentío.
En Guayllabamba, 1 112 personas se dedican al comercio, 384 al transporte y almacenamiento de alimentos y 355 a actividades de alojamiento y servicio de comidas, según el INEC.
La vida de esta gente giraba en torno al turismo. Solo al zoológico llegaban unas 230 000 personas al año y buena parte quedaba a comer en el poblado.
Los productos que se venden en esta parroquia son sembrados y cosechados por sus habitantes. Unas 2 546 personas se dedican a actividades de agricultura, ganadería y pesca.
Para obtener la chirimoya, los vendedores deben ir una vez a la semana a lo que llaman las playas, que son sembríos donde pagan cierta cantidad de dinero (usualmente USD 700) y ellos mismos cosechan el producto en grandes cantidades.
Lo llevan a su bodega, lo maduran y cada día, con las manos, palpan uno por uno los frutos para saber si están listos.
Luisa Suasnavaz se levantaba antes de las 04:00 para hacer la selección. A las 06:00 ya se la veía en la calle, correteando de un lado a otro, para que la venta fuese alta y pudiera pagar la educación de sus tres hijos.
Terminaba a las 19:00 y se iba a su casa rendida, con los pies adoloridos, pero lograba tener sus alacenas llenas y mantener a su familia bajo techo. Le quedaban unos USD 200 semanales de ganancia. Ahora su vida es distinta. Confiesa que no puede dormir. No por el miedo de los temblores, sino porque no ha pagado a sus proveedores y no tiene qué comer.
“Me arrimé donde mi mami porque sino mis hijos iban a morir de hambre”. No puede dedicarse a hacer otra cosa. No sabe hacer nada más.
El camino se alargó
180 días sin trabajo es para ellos una tragedia que va más allá de las dificultades de movilización que también padecen.
Desde que iniciaron los sismos, Guayllabamba amanece más temprano. Antes de los temblores, sus angostas calles empezaban a llenarse de gente a las 05:00. Hoy las personas se despiertan a las 03:00 y empiezan a salir de sus casas antes de las 04:00. Su tiempo de viaje se duplicó. Para llegar hasta Calderón debían recorrer 17 kilómetros. Hoy, son 56.
Quienes más temprano se levantan son los comerciantes que llevan a vender sus productos a San Roque. Luis Guaitarilla, presidente de la Junta Parroquial, calcula que son unos 150 mayoristas. Llegar hasta La Ofelia en bus y en hora pico, les toma 2 horas y 45 minutos.
Un promedio de mil personas salen por cuestión de trabajo a la capital: ingenieros, profesores, albañiles...
En Guayllabamba hay dos establecimientos educativos, por lo que el 5% de los alumnos estudia en Quito. Pero, como no hay universidad allí, deben viajar. obligatoriamente.
Según Guaitarilla, hay unas 2 300 quintas en la zona. La mayoría de sus dueños vive en Quito y bajaba al valle, a descansar los fines de semana. Esa rutina se suspendió para muchos de ellos. Hay dos razones por las cuales Fabiola Alba, dueña de una propiedad en la zona, ya no visita su quinta: teme que un nuevo temblor la sorprenda más cerca del epicentro, y solo pensar en el largo viaje y en el tráfico, se estresa. Guayllabamba ya no es, para ella, sinónimo de descanso.
En contexto
Paola Carvajal, Ministra de Obras Públicas dijo que el cierre servirá para ampliar la vía a 4 carriles y estabilizar taludes. Líderes de las juntas parroquiales de Puéllaro, San José de Minas, Perucho, y Guayllabamba se reunieron con ella para buscar alguna alternativa .
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