El comercio del norte de Guayaquil pierde

Redacción Guayaquil

Sentadas y cruzadas de brazos estaban las cuatro dependientes de la peluquería Mechita, la tarde del martes. A las 18:10 se apagó la luz en la segunda etapa de la ciudadela Alborada, en el norte de Guayaquil.

A esa hora, Mercedes Acosta, propietaria del local, decidió cerrar las puertas, pues no podían atender a los clientes. “No hay cómo hacer otros trabajos, porque no se ve nada acá adentro”, dijo.

La peluquería está en uno de los corredores comerciales de ese sector. Acosta dice que, a partir de las 18:00, es cuando llegan más clientes. “Siempre atendemos hasta las 20:00, llegan hasta 15 personas en esas dos horas”.

Glenda Torres tiene un local de bisutería en el mismo corredor. Junto con su compañera Patricia Aguirre están sentadas en el portal, esperando que oscurezca. “Estamos un ratito y cerramos. Aunque perdemos dos horas de vender, es peligroso trabajar así”.

En la Alborada, así como en otras zonas comerciales y residenciales como Sauces, Guayacanes, El Cóndor, Las Orquídeas (norte), Las Acacias,  La Saiba, Barrio del Seguro y Centenario Sur (sur), el horario de racionamientos también es nocturno. La Eléctrica de Guayaquil dispuso que el corte sea de 11:00 a 13:00 y de 18:00 a 19:30. Hasta el lunes, los apagones eran en la mañana y  tarde.

En el cronograma se rotó las zonas afectadas en la noche. La empresa informó que en los barrios periféricos, donde se registran altos índices de inseguridad (Bastión, Flor de Bastión, Guasmos, Suburbio...), el racionamiento será en la mañana y en la tarde. Hasta el lunes, estas zonas quedaban sin luz entre las 18:00 y 19:00. 

Las luces de los vehículos iluminaban el interior de la sastrería de Eduardo Tenemaza, ubicada en la ciudadela Alborada. En la mesa de trabajo, las agujas y tijeras se perdieron en la oscuridad. “Debo esperar hasta que regrese la luz, porque tengo trabajo acumulado. Me toca quedarme hasta las 22:00, para adelantar”.

En la panadería Integral (Sauces VIII), en cambio, la luz de las velas permitía que los empleados atiendan al público. “Estamos perdiendo mucho, no es lo mismo vender así”, comentó María Cruz. Con los apagones se le dañó un congelador, gastó USD 200 en repararlo. “En la noche, dejo de vender unos USD 300, porque la gente prefiere no salir”, dice.

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