Los niños de 9 y 10 años se quedaron como dormidos sobre la cama. Vestían pijamas e incluso pantuflas. Así los encontró su madre, el viernes 2 de octubre del 2015, a eso de las 19:00, cuando golpeó la puerta para que le abrieran y nadie respondió.
Minutos después, tras pedir a la dueña del lugar una copia de llaves, la mujer se encontró con la terrible escena, en la vivienda que arrendaban en Cochapamba, en el barrio de San Fernando, norte de Quito.
En la misma cama, junto al cadáver de sus hijos, se encontró a Edison M., de 38 años, muerto con una herida de cuchillo en el pecho, que él mismo se hizo.
El caso está en manos de investigadores de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones Extorsión y Secuestros (Dinased).
Ellos presumen que el padre decidió acabar con la vida de sus propios hijos, para vengarse de la madre. Ella había amenazado con dejarlo definitivamente y días antes se había ido de esa residencia. La Dinased solamente ha realizado análisis externos a los cadáveres que encontraron tras la llamada de alerta, casi a la medianoche del viernes. Todavía no tienen pruebas físicas. Pero incluso la esposa, en shock, les contó de unas amenazas que el hombre le habría hecho el miércoles anterior.
Su investigación de campo les permitió deducir que el padre habría suministrado algún tipo de veneno a los niños. No tienen huellas de violencia o asfixia. Estaban como dormidos en la cama, con los rostros y el cuerpo relajados. La Dinased recogió algunas evidencias que les permite sostener que la niña estaba asustada, por las peleas que veía, por las reacciones de su padre hacia su madre. Al parecer la familia tenía problemas económicos.