Coca, endeudada y desesperada luego del fin del ‘boom’ petrolero

La crisis económica afectan a los ciudadanos de la ciodad del Coca. Foto: Alfredo Lagla/El Comercio

La crisis económica afectan a los ciudadanos de la ciodad del Coca. Foto: Alfredo Lagla/El Comercio

Por donde se camine, Coca está en venta o en arriendo. Restaurantes, cafeterías, panaderías, chifas, locales de ropa, artículos de plástico, tiendas... La lista es larga. Cerraron sus puertas; se venden edificios, casas o se arriendan oficinas, cuartos y departamentos.

Los letreros aparecen en cada esquina de la capital de la provincia de Orellana, en la Amazonía, a unas seis horas de Quito. La crisis se expresa con ironía: “vendo o arriendo linda cafetería a precio de crisis”.

El petróleo los quebró, luego de la bonanza de una década. Están endeudados, les deben, y se quedaron sin clientes: los petroleros, que se fueron con la caída del precio del barril.

Mientras que el crudo ecuatoriano se exportó a un promedio de USD 89 por barril entre el 2010 y el 2014, entre enero y septiembre de este año el barril apenas promedió los USD 44.


Esta crisis llegó como una epidemia, de la que ninguno de sus habitantes está a salvo. 
Rafael Vásquez se quedó con su hotel La Misión vacío y el servicio de gabarras Sepega funciona a medias.

Las 85 habitaciones eran ocupadas por 100 personas, pero ahora no va nadie. De las gabarras, apenas 10 de las 25 operan. A él le deben USD 3 millones.
 De La Misión despidió a 49 empleados y apenas tiene 21, mientras que de Sepega salieron 110 y 100 aún siguen.


Otro empresario en apuros es Wilson Barrionuevo, del hotel Las Heliconias. Desde hace seis meses no tiene clientes y le adeudan USD 120 000
. Le iba tan bien que hizo caso a una petición de las petroleras: construyó más habitaciones.

El ‘boom’ petrolero se acabó y dejó de pagar la cuota mensual de USD 10 600 de su deuda de USD 500 000 al banco.
 Por la desesperación bajó en un 20% el costo. Por ejemplo, antes pedía entre USD 40 y 75 por habitación. Ojalá así se animen. “Estamos quebrados”.


Tatiana Noboa, presidenta de la Asociación de Hoteleros y gerenta administrativa del hotel El Auca, explica de este modo su situación. El sector hotelero se dedicó enteramente al mercado corporativo de la industria petrolera. Se construyeron muchos hoteles, porque había clientes para todos.

La provincia tiene 28 hoteles y la mayoría está en Coca.
 La ocupación era del 80% al 90% todo el año. Los fines de semana pasaban vacíos, pero no se trabajaba y no había espacio para los turistas. 
Honestamente -dice- nunca sospecharon de la crisis.

Para otros, fue una sorpresa, dos bofetadas que los despertaron de un gran sueño a la desesperación, porque los dólares del petróleo se esfumaron.

El sector hotelero busca un salvavidas: atraer a los turistas. Quieren que Orellana sea un destino de vacaciones para los ecuatorianos. Daniel Pauker, presidente de la Cámara de Turismo, agrega que buscan alianzas, capacitarse, potenciar los destinos y promocionarse.

Carlos Zavala, dueño del hotel Río Napo, cree que sufren un “terremoto económico” comparado con lo de Tulcán, donde “apenas es un temblor”. 
El ‘sismo’ les hizo agruparse en el Comité Cívico, conformado por el sector productivo de Orellana, para pedir auxilio al Gobierno, a los bancos, a las petroleras para que paguen.


Creado hace dos meses y presidido por Zavala, el Comité planteó que la provincia sea declarada zona deprimida, refinanciamiento de los préstamos, moratoria del pago anticipado del Impuesto a la Renta y que las petroleras paguen el 30% de su deuda.

Aunque no hay cifras oficiales, Zavala calcula que a Orellana le deben USD 1 520 millones. 
También se especula que se han ido de 8 000 a 15 000 personas, despedidas de las empresas. Las autoridades preparan la información real.

Esa migración se siente en el mercado, donde los comedores están vacíos; en los taxistas como Mauro Urrutia que apenas hace 25 carreras en el día frente a las 80 de antes; en las calles poco bullangueras (antes pensaban pedir pico y placa por el caos vehicular); en la vivienda, porque ahora sí hay arriendos que da gusto.

A los transportistas, las facturas se les acumulan. En el patio de la Asociación de Transporte de Carga Pesada de Orellana, que ocupa 5 hectáreas a la salida de Coca, estaban el miércoles 40 tráileres y camiones parqueados.  Cerca de 20 conductores esperaban algún flete. 


Ernesto Vidal y su hermano disponen de seis tráileres que daban transporte a prestadoras de Petroamazonas. Les deben cerca de USD 500 000 por un año de trabajo.

Los atrasos en el pago de los tráileres les hacen temer que podrían devolver los vehículos a los concesionarios. 
En el comercio , el 30% de los 3 000 negocios cerró. Milton Noboa, dueño de una ferretería y presidente de la Cámara de Comercio, lo atribuye a las deudas y las ventas casi nulas. A él le deben USD 200 000 dólares. Si antes vendía 150 000 en el mes, ahora factura 30 000. Y así se repiten las historias.


El pedido de ayuda se canaliza con la gobernadora Mónica Guevara, quien asegura que ya se hicieron transferencias para que Petroamazonas y Petroecuador paguen una parte. Ella se reúne con el Comité Cívico y el Gobierno para buscar soluciones y reactivar Orellana.

El presidente Rafael Correa reconoció ayer (21 de noviembre de 2015) en el enlace que hay atrasos en los pagos de Petroamazonas a sus proveedores de Orellana y Sucumbíos pero que ya se realizó un primer desembolso de USD 10 millones.

Suplementos digitales