En la Amazonia solo existe una radio comunitaria que expresa directamente los intereses, necesidades y vida cotidiana de los indígenas. Es La Voz de Arutam (“la voz de Dios”), cuya frecuencia ha sido cancelada bajo el supuesto de haber incitado a la violencia contra el Estado.
Esta radio shuar, creada por los padres salesianos hace más de 40 años, ha formado decenas de profesores, alfabetiza y educa a la población, fortalece su identidad y es el único vínculo entre pobladores de áreas dispersas.
Según dirigentes indígenas, la clausura es una evidente retaliación por las movilizaciones que forzaron al Régimen a sentarse a dialogar, pero que también dejaron un muerto (un maestro shuar), heridos y detenidos.
En otra muestra de ciertas contradicciones de quienes gobiernan, la medida no solo implica un gesto de excesiva dureza e intimidación sino que contradice la filosofía de la nueva Constitución y choca con postulados del proyecto de Ley de Comunicación defendido por el oficialismo.
Si desde las reuniones en Montecristi para redactar la Carta Magna se ha defendido, con razón, el derecho de las comunidades indígenas a contar con medios de comunicación propios donde los pueblos y nacionalidades puedan ejercer a plenitud su libertad de expresión, ¿cómo entender el mensaje que envía el Régimen con la clausura definitiva de La Voz de Arutam?
¿Qué clase de “libertad de expresión” es la que defiende el oficialismo? ¿Solamente se permitirá, a partir de ahora, el ejercicio de esa “libertad” a quienes están alineados con el Gobierno?
Arrancar de raíz a una comunidad su derecho a comunicarse es un grave atentado contra los principios más elementales de la convivencia social y la democracia.