La ruptura entre el viejo Partido Social Cristiano y el flamante ‘Madera de Guerrero’, ambos nacidos de la misma fuente doctrinaria derechista, a causa de discrepancias en la Asamblea sobre la Ley de Educación, repite la eterna pugna de grupos afines cuya escisión frecuente ha sido sinónimo de caos ideológico, miniaturización política y crisis de liderazgos.
La precariedad institucional de los partidos y agrupaciones se viene reflejando en una débil o nula inserción en la cultura de masas, ante lo cual sus mentores se han visto obligados a “elitizar” unos o a “popularizar”, otros, no sólo sus dirigencias sino aun sus afiliaciones. Ni la Centro Izquierda ni el movimiento indígena han estado exentos de esa disgregación y hasta enfrentamientos, como los de la Conaie, Ecuarunari, Pachacutik y las parcialidades nativas amazónicas, tanto en el lustro pasado como ahora.
La atomización de aquellos movimientos fue determinante y coadyuvante para que en el escenario electoral postulen, en muchas ocasiones, hasta 17 partidos políticos con idearios similares, diferenciados apenas por mínimas variantes en su demagogia y en la retórica de su discurso. La confrontación partidista de la Derecha ecuatoriana ocurre cuando el bloque oficialista parlamentario es ampliamente mayoritario para aprobar las 11 “leyes prioritarias”, ordenadas en su promulgación por la Constitución vigente.
La fragmentación de las instituciones partidistas opositoras al Gobierno de turno hace fracasar toda propuesta de concertación tendiente a rechazar los abusos del poder omnímodo, así como a presionar por un cambio democrático y consensuado. Alienta y justifica las críticas del pueblo contra la partidocracia, ya desacreditada por la ambición de sus directivos y la evidencia del fracaso .
La historia del partidismo en el Ecuador ha sido, por desgracia, una simple cronología de la formación de conglomerados de votantes con miras a inmediatas elecciones presidenciales, legislativas o seccionales, sin que el proselitismo de una ideología programática procure adentrarse en la sociedad civil como credo cívico, un postulado de largo alcance, un breviario del comportamiento individual y colectivo en función del interés de la patria.
El exagerado multipartidismo oculta la fragilidad de los bloques parlamentarios, mientras la carencia de disciplina ideológica socava las lealtades y las alianzas en la Legislatura y fuera de ella.
Con la miopía de la partidocracia, ¿cómo los autoproclamados líderes podrían encabezar protesta alguna contra la autocracia gobernante, originada y legitimada por el voto de un electorado decepcionado de los partidos tradicionales y de sus directivos?