“Solo es valiente, decía Antonio Machado, quien puede permitirse el lujo de la animalidad que se llama amor al prójimo, y es lo específicamente humano”.
Pocos días más tarde caía Barcelona, los rojos habían perdido la Guerra Civil. El gran poeta insistió en que las guerras se ganaban con el servicio al otro.
Estas palabras me han recordado a un gran luchador cuencano Édgar Rodas- quien acaba de obtener el Premio a la Cirugía Humanitaria del Colegio Americano de Cirujanos. Este reconocimiento, que lo recibirá en Chicago, es para personas que en cualquier parte del mundo hayan servido a poblaciones de escasos recursos sin esperar beneficios económicos.
Hace mucho soñó con llevar la medicina a poblaciones recónditas. Del concepto de movilidad surgió el quirófano móvil que desde hace 15 años ha visitado 15 de las 22 provincias, 6 055 operaciones, cuya cuenta lleva Rodas en una vieja bitácora.
El éxito, comenta, fue armar y entrenar al equipo humano solidario nuclear, responsable del cuidado integral del proyecto; después vino el programa. Resistir largos viajes, operar sin sueldo, estar bajo el riesgo de la malaria o el ataque de las coloradillas.
Un presupuesto de USD 100 000 anuales, parte de un par de donantes privados de los EE.UU. y el apoyo de las universidades de Cuenca y el Azuay.
El proyecto recibe médicos jóvenes de las más prestigiosas universidades estadounidenses. Así, cuando fue Ministro de Salud implementó tres barcos quirófanos, para el río Morona, Esmeraldas y el río Napo.
Posteriormente, Contraloría determinó que los médicos no trabajaban lo suficiente, tres turnos de 10 días cada uno, lo humanamente resistible en las precarias condiciones de la selva; poco a poco se quedó sin personal, al presente está desmantelado y oxidándose el primero, el segundo nunca se puso en marcha.
Actualmente el Ministerio de Salud ha comprado ocho carros para el mismo propósito, pero aún no existe el programa ni el equipo humano entrenado. ¿Será un nuevo proyecto abortado? Tampoco ayuda el que durante este Gobierno se haya puesto un alto a que parte del impuesto a la renta pueda ser voluntariamente cedido a este tipo de iniciativas que la comunidad siente cercanas, exitosas y honestas.
Cientos de pacientes de Manglaralto, San José de Minas o de Morona Santiago que han recibido tratamiento, jamás habrían tenido dinero para desplazarse a centros médicos de Guayaquil, Quito o Cuenca.
Tampoco habrían tenido el seguimiento que se les hace en casa propia por un año. Entonces, el servicio al prójimo no se hace por decreto, se hace por voluntad propia, y esta es la gran lección que nos deja Édgar Rodas, ciudadano ejemplar.