Richard Cortez, red. Guayaquil
En el encuentro de documentalistas de Guayaquil se dijo que con gobiernos progresistas se reactivan e impulsan el cine, el documental y las artes visuales en América Latina. ¿Es así?
HOJA DE VIDA
Miguel Littin
Nacido en Chile (1942), es director de teatro y cine, productor, realizador y novelista. Dirigió Chile
Films en el gobierno de Salvador Allende. Vivió exiliado en México y España.
Su primera cinta fue ‘El chacal de Nahueltoro’ (1969). Le siguieron ‘La tierra prometida’ (1972), ‘Actas de Marusia’ (1976), ‘Acta general de Chile’ (1986). ‘Dawson: isla 10’, (2009) trata del cautiverio de dirigentes de la Unidad Nacional tras la caída de Allende.Sin duda, el cine de América Latina ha ido caminando acorde con la historia diaria del continente. En las épocas muy duras de dictadura, el cine documental ha hecho un trabajo admirable. Y, en los gobiernos progresistas, que propugnan el desarrollo de una vida diferente y más democrática, la cinematografía tiende a estar más apoyada, pero no significa que en otras épocas, más duras, también no se haya incrementado su hacer.
Este apoyo incluye la creación de aparatos burocráticos y que se centralicen las decisiones, ¿son necesarios?
Visto así, se diría que es un obstáculo para avanzar. Pero la creación de la institucionalidad cultural en América Latina es absolutamente necesaria. Lo es para recoger justamente lo que está creando el pueblo, en su forma de vida que es la cultura. Por lo tanto, los institutos culturales con participación del Estado, no de los gobiernos, en la organización de esta expresión son imprescindibles cuando se trata de artes industriales como el caso del cine.
¿Por qué?
Necesita apoyo. Es curioso que se intente criticar la creación de institucionalidades cuando, en el mundo entero, la actividad cinematográfica está regida por instituciones desde Europa hasta América Latina, incluso EE.UU. Todas son instituciones que posibilitan el quehacer cinematográfico. En nuestros países tener instituciones es un gran avance. No quiere decir que restrinjan la libertad de expresión. Muy por el contrario, la institucionalidad permite que la expresión se canalice y se exprese libremente.
¿Estas entidades ayudarán a que lo se produce en América Latina se vea en la región?
Hay que buscar las razones en lo que se llama imperialismo. Hay una hegemonía del cine norteamericano y del cine hablado en inglés que está en todas las pantallas del continente. Los latinoamericanos no hemos conseguido un espacio para que se pueda ver lo que se hace en la región y eso es tarea urgente.
¿Y qué hacer?
Hay que concentrar los esfuerzos en eso. En abrir un mercado común del cine en América Latina con leyes recíprocas, que la norma chilena beneficie a la ecuatoriana y viceversa, o que la Argentina beneficie a la de Brasil. Es decir, que haya una interrelación de intercambio que produzca el gran espacio al cual tenemos derecho los cineastas y, sobre todo, el público de la región.
Romper esa hegemonía también exige parámetros de calidad…
Pero una cosa va seguida de la otra. Cuando la India filma 1 000 películas al año, hay que preguntar a los críticos hindúes si son de calidad. Pero sí puedo decir que esas 1 000 películas se producen porque India controla el 96,4% de su mercado y, por lo tanto, lo abre cuando quiere hacerlo. Igual ocurre en China. EE.UU. casi no tiene espacio para el cine europeo ni para el latinoamericano.
¿Y en Latinoamérica?
Si nosotros manejáramos las cuotas y las reservas del mercado podríamos establecer y exigir reciprocidades. La calidad también viene en la relación de la obra-público: el público quiere algo y el cineasta se lo debe dar o este quiere que vea determinadas cosas, pero tiene que producirse el encuentro. Estoy de acuerdo, pero dejen que los cineastas tengan la posibilidad de llegar a su público para que pueda haber esa calidad.
Pero también ha habido falta de acción para usar otros espacios de difusión
No creo que, para nada, haya que marginar al cine latinoamericano a los circuitos paralelos.
Entonces, ¿dónde es la lucha?
En los espacios. Debemos poseer espacios en la cinematografía. Acabo de estrenar en Chile mi película ‘Dawson: la isla 10’ en 20 salas y el público ha hecho cola para verla y hay récord de taquilla. Porque tuvo acceso de verla. En términos generales la industria cinematográfica latinoamericana merece explotar su propio mercado. Eso no me lo puede negar nadie. Debemos, a través de una política inteligente del Estado, preservar nuestros espacios para poder realmente establecer unas políticas de reciprocidad que sean equilibradas.
Los costos son otra traba para las producciones. En Ecuador se estableció un sistema que permite presentar proyectos para recibir recursos, ¿no se puede producir cine sin el ‘mecenazgo’ estatal?
Para entrevistarme, usa una grabadora creada en EE.UU. o Japón y hecha en Taiwán o China, ¿el mecenazgo de dónde viene? Cuál es la película Kodak latinoamericana, cuál es la Arriflex (cámara) latinoamericana, cuáles son los circuitos de exhibición y proyección latinoamericanos.
¿Qué quiere decir?
Lo único que tenemos es talento, imaginación que se demuestra en la poesía, en la novela o en las demás artes. Pero, en las artes industriales no pasa eso, porque somos dependientes.
Entonces, necesitamos el apoyo del Estado entendido como la representación de todas las posturas e ideologías de una nación. Por lo tanto, el cine ¿por qué no va a tener representación en ese Estado, como padre impulsador de una política abierta, democrática, no excluyente?