En Chunchi se habla poco de los niños que viven solos o de quienes se han suicidado. Foto: Glenda Giacometti /EL COMERCIO
La localidad posee el mayor índice de suicidios infanto-juveniles del mundo.
La entrevista con Luisito Chogllo (20 años) desde Chunchi, Chimborazo, estaba pactada para las 17:00. El teléfono suena. Pero nadie atiende del otro lado. De pronto, en la pantalla de nuestra computadora, abierta en Facebook, aparece un mensaje del joven: “A Luisito la muerte lo tienta…”.
Para comprender la frase es necesario un contexto. Chunchi, un pueblo de 13 000 habitantes, es la localidad con el mayor índice de suicidios infanto-juveniles del mundo. Desde 2010 se quitaron la vida 61 chicos de menos de 20 años. El motivo está vinculado con la ausencia de sus padres, que emigraron.
Tras la crisis económica de 1999, Ecuador vivió la mayor estampida migratoria de su historia. Se estima que 1,5 millones de ecuatorianos salieron del país hasta el 2004. Y para no someter a sus hijos a la inmigración ilegal, muchos padres viajaron solos.
Según una encuesta del Municipio, en las escuelas de Chunchi, el 51% de los alumnos vive en casas sin padres.
La historia de Luisito resulta conmovedora. Su padre murió antes de que él naciera. Y cuando tenía 5 años y su hermana 7 su madre emigró a Nueva Jersey, EE.UU. Dejó a sus hijos a cargo de los abuelos. Nunca más regresó.
Sus remesas de dólares fueron llegando todos los meses. Pero Luisito comenta que no es lo que más necesita. El deseo de volver a encontrarse con su madre, a quien no ve desde hace 15 años, es su obsesión. Pero también lo hunde la depresión cuando ve que pasan los años y ese reencuentro no se concreta.
Habiendo perdido toda esperanza de no poder viajar a EE.UU., hace cuatro años tuvo un primer intento de suicidio. Frustrado por la rápida intervención familiar y médica. Tres meses más tarde volvió a intentarlo. Lo salvó un lavado de estómago.
A lo largo de la entrevista Luisito habló una y otra vez sobre la “muerte”, que, según sus palabras, lo “tienta”.La carta que escribió a los 16 años antes de su primer intento decía: “No perdono a mi madre por abandonarnos”.
La situación de Luisito es igual a la de otros chicos de Ecuador, que se han resignado a vivir sin sus padres.
“Según un estudio realizado el año pasado, la mayoría de los estudiantes tiene a sus padres en el exterior”, dijo Cristian Calle, coordinador de La Casa del Migrante de Chunchi. La institución fue creada por el Gobierno para tratar esta problemática.
La ola migratoria que golpeó a Ecuador tuvo particular impacto en la sierra austral. En la provincia de Cañar, por ejemplo, llegó a migrar la cuarta parte de la población.
Las remesas desde el exterior se convirtieron en una importante fuente de ingresos para muchos chicos, con padres migrantes. Y también para Ecuador: en 2007 llegaron USD 3 300 millones.
“Los padres que dejan a sus hijos solos intentan llenar ese vacío enviando dinero o tecnología. Así fue creciendo en la zona el alcoholismo y la drogadicción”, según Calle.
En este contexto, el suicidio se extendió. “En 2011, se quitaron la vida 38 menores”.
Los padres también viven con angustia la soledad de sus hijos. Telefónicamente, Carmen, la madre de Luisito, comentó temerosa a La Nación: “Yo ya no puedo volver a Ecuador. Si voy, no podría volver a Estados Unidos. Aquí tengo trabajo, allá no”.
Carmen también ve difícil que su hijo viaje. De pronto, al otro lado de la línea una voz masculina gritó: “¡Carmen! ¡Qué tienes que estar dando tanta información!”. La llamada se cortó abruptamente.
La historia de los suicidios de Chunchi fueron recogidas en el libro ‘Tiempos desesperados’. Fue escrito por Fernando Flores, de 22 años. Son 10 historias de amigos suyos. A los 17 años publicó el texto que, asegura, le ayudó a ahuyentar la idea del suicidio.
De todos los relatos, el que más le impactó fue el de Lourdes Vizñay, de 17 años. Narra que los últimos tiempos de Lourdes fueron una sucesión de “casi”. “Casi” viajaron sus padres a verla. “Casi” fue abanderada. “Casi” se compró un vestido nuevo.
Pero este último “casi” fue fatal.
Ante la cercanía de su cumpleaños, se había ilusionado con comprar un vestido que vio en un negocio local. Todos los días se paraba frente a la vidriera, pero el dinero no le alcanzaba. Un día, junto a unas amigas, intentó salir de forma disimulada con la prenda. Pero el dueño del almacén la atrapó.
“¡Ladrona!”, le gritó. Lo que más le dolió a Lourdes, según escribió en su última carta, fue que el hombre la insultó con el apodo que le habían puesto en el pueblo por haber sido abandonada: “botada” por sus padres.
En contexto
En el cantón Chunchi, en Chimborazo, es un poblado en donde los niños y jóvenes aprendieron a vivir sin sus padres. La ola migratoria, tras la crisis económica de 1999, obligó a salir a sus padres hacia Europa y EE.UU. La mayoría aún no retorna.