Redacción Judicial
Cuando se despertó, Bertha Coello estaba sobre una cama del Hospital Gustavo Domínguez de Santo Domingo de los Tsáchilas. Tres días habían pasado desde aquel 19 de enero del 2005, en que su cuerpo quedó cubierto de sangre, tras un volcamiento de un bus.
La última escena que quedó en su retina fue la de esa noche, cuando viajaba en una unidad de la cooperativa Fénix, desde el cantón Santo Domingo hasta su casa, en la parroquia Nuevo Israel.
Era un recorrido de 25 minutos. Apenas faltaban cinco para bajarse, pero el bus, que iba a más de 90 kilómetros por hora y repleto de pasajeros, se estrelló contra un volquete que estaba aparcado en la carretera, sin luces.
Un golpe en la cabeza la mantuvo inconsciente por tres días. En ese lapso, los médicos le amputaron la pierna y el brazo derecho. Cubrieron sus partes con vendas. Su caso fue extremo y los médicos no tuvieron opción.
Gonzalo Haro, quien es traumatólogo de emergencias en el Hospital Eugenio Espejo, sabe que las amputaciones por accidentes de tránsito ocurren solo cuando se suman varios factores de riesgo: pérdida de hueso; heridas que no se pueden cerrar y que comprometen más de 10 centímetros, y daños en las partes blandas (piel, tejidos, músculos, etc.). “De lo contrario, se salva al miembro”.
Haro recibe cada día a gente con heridas por problemas en vías y carreteras. En el 2009, al Eugenio Espejo ingresaron 1 088 pacientes por esa causa. El Consejo Nacional de Discapacidades (Conadis) registra 9 690 personas que por accidentes de tránsito adquirieron una discapacidad en Ecuador. Esta es la quinta causa de discapacidad en el país (los datos son solo de carnetizados).
Coello apenas tenía 17 años. Esa noche recibió la última clase en el Colegio Eloy Alfaro. Estaba a punto de iniciar los exámenes de grado para incorporarse como bachiller. Por sus notas estaba convencida de que lo lograría. Pero para ella la ceremonia se postergó un mes, hasta recuperarse.
Ahora tiene 22 años. Sus verdes ojos se saturan de lágrimas cuando recuerda que al despertarse primero observó a Alida Pita, con quien se crío desde niña.
Eduardo Paz temía que algo similar le ocurriera. A las 03:00 del 28 de marzo se accidentó en el Puyo, y notó que las piernas no le respondían. El jueves seguía en el Eugenio Espejo con los brazos y el rostro lleno de moretones, pero con las piernas en mejores condiciones, a la espera de diagnóstico.
Los traumas físicos son solo una de las secuelas de un accidente. La otra es la psicológica, de la cual le resultó difícil salir a Mishelle Cajuste. Tenía miedo a los objetos cortopunzantes, a la palabra curación, a la velocidad de los autos.
El accidente de tránsito que sufrió hace 15 años fue el inicio de estas fobias. El vehículo que la llevaba desde Guayaquil hasta su casa, en Durán, dio vueltas de campana y la expulsó hacia la calzada. Un visitador médico que pasaba por esa ruta se bajó del auto, le hizo un torniquete en la pierna e impidió que se desangrara. El chofer y su amiga también estaban en el asfalto, pero muertos.
César Arcos, doctor en psicología clínica, conoce los síntomas de Cajuste. “A eso se llama estrés postraumático; es decir, quedan secuelas del accidente. Las imágenes y sonidos de lo sucedido se mantienen y se reproducen constante e involuntariamente”.
Las pesadillas eran de todas las madrugadas. Las imágenes de esa noche eran recurrentes. “El señor que manejaba el carro iba como loco. Parece que estaba un poquito tomado, porque estábamos a puertas de la Navidad. En una curva se encontró con escombros y no pudo maniobrar”.
Según el jefe nacional del Servicio de Investigación sobre Accidentes de Tránsito (SIAT) de la Policía, Wilson Pavón, los choques o volcamientos que ocurren a más de 90 km por hora se asemejan a una caída desde 10 pisos.
Eso sucedió con Coello, quien ahora apoya su pequeño y delgado cuerpo en una prótesis y en una muleta. Cajuste tuvo otras consecuencias. Los médicos del Hospital Luis Vernaza (Guayaquil) le salvaron la pierna derecha, pero la acortaron siete centímetros, porque encontraron daños en los huesos. En ese momento tenía 17 años y solo a los 20 retomó sus actividades.
Coello y Cajuste no se conocían, la tragedia las unió y les devolvió las ganas de vivir. Laboran juntas en Santo Domingo de los Tsáchilas. Allí se abrió una oficina del Servicio de Integración Laboral, que ayuda a que la gente con discapacidad física consiga trabajo.
Emplearse -dice Arcos- es el mejor estímulo. “Caso contrario vienen la inseguridad, rechazo a sí mismo o a la sociedad, temor por lo estético, porque perdió un miembro. Cuando pasa esto, la familia es clave en el tratamiento”.
Paola Hinojosa es terapeuta familiar. Su primera sugerencia es que todos aprendan a vivir en las nuevas condiciones. “Si alguien comienza a utilizar una silla de ruedas, hay que readecuar el ancho de las puertas, los servicios en baños, la ducha, los dormitorios”.
Cuando Coello se accidentó tenía tres meses de noviazgo con Misael Loor. Él sigue a su lado y “es el apoyo más fuerte”. En las calles aún tiene dificultades para desenvolverse. Hace tres semanas, un bus que tomó en el centro de Santo Domingo arrancó sin que ella hubiera subido y cayó. “Allí es cuando uno piensa, si no me hubiese pasado, eso estaría bien”, dice la joven, de cabello rubio.
Los temores para Coello se alejaron poco a poco. Siguió con los estudios y en la universidad y se graduó en Psicología. Ahora enseña a otras víctimas que “una amputación no significa muerte”.
Seis consejos que usted debe conocer
Las enfermedades, la violencia, los problemas al nacer y los accidentes son las causas de discapacidad. Las víctimas deben adaptarse. De necesitar silla de ruedas, hay que evitar espacios reducidos.
La distancia adecuada entre el piso y la cama es de 20 cm. Esto permitirá el paso del reposapiés de la silla. El teléfono, la lámpara, los controles… deberá estar a menos de 60 cm de la cama.
Las puertas deberán tener 90 cm de ancho. Se sugiere que las agarraderas y cerraduras sean fáciles de manipular. Una puerta giratoria no es recomendable en estas circunstancias.
El uso adecuado del cinturón de seguridad es la primera sugerencia para atenuar el efecto de los accidentes. La banda debe colocarse entre la pelvis y los muslos; nunca sobre el abdomen.
Nunca lleve mascotas junto al conductor. Los animales pueden hacer que el chofer pierda visibilidad en las carreteras. En caso de una emergencia no podrá maniobrar con facilidad.
Las maletas y otros objetos que son trasladados en un vehículo deben estar siempre sujetos. De lo contrario y si ocurre un accidente estos volarán a la misma velocidad que va el auto.