Una de las actividades intrínsecas en este grupo humano es la pesca. Los cholos hacen y reparan sus redes y enseñan a las nuevas generaciones. Foto: Patricio Ramos / EL COMERCIO
El cholo en Manabí es un hombre que está relacionado con la agricultura, el comercio y los oficios artesanales. Pero su vida, fundamentalmente, está ligada al mar y a sus recursos.
La presencia del cholo, según el escritor manabita José Elías Sánchez, predomina en el perfil costanero de Manabí debido a la riquezas que cotidianamente se extraen del mar.
Según sus investigaciones, el cholo es descendiente de la cultura Manteña y otras que habitaron a lo largo de la costa manabita. Se trata de una comunidad que, ante la llegada de los españoles, nunca se dejó someter. La gente prefirió huir tierra adentro cuando empezaron las incursiones de los personajes que llegaban en barcos e ingresaban especialmente por la bahía de Manta.
Uno de los reductos más cercanos para los cholos fue Montecristi, en lo que hoy está la zona urbana y rural.
Los cholos, en la actualidad, están regados en los 350 kilómetros del la línea de costa de Manabí. Su oficio es la pesca, pero también hay zonas rurales de Manta y Montecristi donde se dedicaron a la agricultura.
Aurelio Marín es un pescador artesanal de Jaramijó, enclave marino ubicado en el noroeste de Manta. Así como él, sus dos hijos y cuatro nietos también están relacionados con las actividades del mar.
En los exteriores de la casa de Marín, ubicada en la zona alta de Jaramijó, el pasado 8 de noviembre se reunieron sus hijos, sus nueras y sus nietos. Todos trabajaban en la reparación de la red con la que pescan dos días a la semana al filo del mar.
Aurelio, de corta estatura y piel cobriza (características del cholo), viste camisa y pantalón de tela. Ese es el vestuario habitual del grupo humano.
Mientras busca daños en su red, Aurelio se da tiempo para llamar la atención a sus nietos, porque quiere que todos aprendan el oficio de repararlas. Mientras los hombres se concentran en arreglar el aparejo de pesca, las mujeres elaboran en la cocina un arroz con estofado de pescado y plátano frito. “Es el alimento que nos dará fuerzas para el trabajo que empieza los lunes por la madrugada”, comenta Aurelio.
Los cholos son muy apegados a su familia y viven en grupos de entre tres y 15 personas en la misma casa.
Los cholos pescadores viven en grupos familiares de entre tres y 15 personas en una misma vivienda. Esa característica predomina en poblados como Puerto López, El Matal, Los Arenales y Machalilla, asegura la historiadora manabita Libertad Regalado. “El término, cholo en ciertas partes del país, es sentido como despectivo, pero en Manabí es todo lo contrario. El cholo es un personaje que nunca se amilana ni se derrota, siempre quiere destacar”.
Regalado afirma que el cholo fue relacionado casi siempre con la pesca, pues su natural lugar de residencia es y ha sido el filo de la playa. Mientras más cerca al mar esté, él se siente más seguro y sobre todo motivado para salir a sus faenas de pesca diaria, reseña la historiadora. Dice que los cholos, debido a las constantes invasiones de piratas que llegaban por Manta, extendieron su presencia no solo a Montecristi sino también hacia Jaramijó, San Mateo y Santa Marianita, entre otros poblados.
La vivienda de los cholos fue evolucionando. Sus casas las construían sobre pilotes para permitir el paso del agua del mar, cuando subía y bajaba la marea. En la actualidad, hay pescadores artesanales que ya no habitan frente al mar, sino tierra adentro, en zonas urbanas, asegura Sánchez.
La nueva generación descendiente de los cholos aprende desde temprana edad a ganarse la vida en el mar, pero al crecer, buscan otros caminos. Ese es el caso de Carlos Delgado, oriundo de Jaramijó. Este cholo es profesional en Comunicación y además cursa una maestría.
“Siempre nos han relacionado a los cholos como pescadores. En parte es cierto, pues vivimos cerca al mar. Pero el cholo desciende de las culturas en las que nació, por ejemplo, en el norte de Manabí, de la cultura Jama Coaque y en el sur de Machalilla, Valdivia y Chorrera. Nosotros, los de Jaramijó, descendemos de los Jaramiasus”. En Jaramijó, según estudios del Municipio local, un 3% de los 20 000 se dedican a estudiar la Universidad.
Delgado cuenta que una de las características del cholo es que se aferra mucho a la familia. Hay casas donde viven hasta seis familias. Son, en promedio, 15 a 20 personas por vivienda. “Habitan un tanto incómodos pero eso no les molesta, porque lo importante es estar juntos, especialmente las mujeres cuando los hombres se van de pesca”, asegura Delgado.
En contexto
Actualmente, las comunidades de cholos manabitas viven en poblados distribuidos a lo largo de 350 kilómetros de la línea costera de la provincia. Aunque originalmente vivían cerca al mar, con la llegada de los españoles migraron tierra adentro, para protegerse.