Sobre los escombros, los pescadores están levantando sus nuevas viviendas. Fotos: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Sus cuatro hijos pescadores están a salvo luego de haber sido sacudidos por el terremoto en alta mar y su casa sigue en pie sobre las aguas. Silvino Pata, de 49 años, se siente bendecido, pues a su alrededor no hay más que edificaciones colapsadas y escombros.
No es su primer sismo, pero sí el más fuerte que ha sentido en San José de Chamanga. Esta parroquia del cantón Muisne (sur de Esmeraldas) está en la parte interna del estuario de Cojimíes, que conecta con el mar por una sola entrada, y está junto al manglar. Esto hace que la mayor parte- 5 915 personas según el Censo del 2010- dependa de la pesca. Mientras Silvino limpia camarón, sus vecinos pescadores levantan mediaguas con madera sobre los despojos de sus casas. No piensan evacuar.
Las construcciones en esta zona con riesgo sísmico se levantaron de manera informal con madera sobre las aguas, como la de Silvino; para acceder a estas viviendas se hicieron unos caminos de tablas o caña y muchos de ellos se derrumbaron tras el sismo.
El mayor colapso se ve en las viviendas de bloque junto al borde del estuario y gran parte se edificaron sobre un relleno junto al manglar.
Alexandra Alvarado, técnica del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica, explica que al estar asentadas sobre un relleno el suelo es flojo y no está consolidado. Esto hace que se de una amplificación de las ondas sísmicas hasta dos o tres veces más que en sectores cercanos, en donde el suelo es más duro, como Cojimíes, donde el daño fue menor.
Si a esto se suma las deficiencias en las edificaciones, el impacto es mayor. En el Censo de Población y Vivienda del 2010 ya se registró que el 70% de los materiales de las paredes de los inmuebles estaban en estado regular y malo.
Silvino dice que la opción que dio el Gobierno, durante la visita del Presidente, es la reubicación de las familias a la parte más alta, en donde está una hacienda y en la que hasta la semana anterior se estaban haciendo trabajos para compactar la tierra. Esta posible reubicación aún no convence a todos, como a los pescadores de Norte Unido, en donde Silvino vive. “Las embarcaciones no pueden quedar solas porque nos roban y no hay guardias de seguridad”, insiste.
Silvino Pata no quiere ser reubicado, por temor a que le roben su embarcación.
Más allá de la reubicación, a Maurita Cagua y su esposo pescador les preocupa haber perdido su casa y la embarcación con motor y redes. Fue construida por ellos con madera y fibra y el equipo apenas fue comprado con un crédito de USD 4 000, que aún no terminan de pagar.
Así como ellos, el 80% de la población afectada busca como salir adelante en alguno de los albergues improvisados, en donde tienen donde dormir.
Para los técnicos del Geofísico, Chamanga requiere de más estudios, por lo que irán con instrumentos para tener datos numéricos, que permitan saber cuál fue la ampliación de las ondas sísmicas, en su terreno blando. Mientras esto sucede, Silvino y sus compañeros pescadores están retomando la pesca en alta mar.